Isabel la Católica

Isabel la Católica

Si en la anterior entrega de personajes de la historia hablamos de Juana la Loca, hoy te contaré algo sobre su madre Isabel la Católica. De esta reina mucho se ha hablado. Muchísimo.

No hay nada nuevo que te pueda contar sobre ella, por eso, me voy a centrar en destacar su faceta cultural.

Lo has adivinado, muy bien. En este artículo no hablaré del sobrenombre por el que la conocemos, ese de católica, sino que pondré de relieve el interés que mostró por la cultura. Son tantas las mujeres que destacaron por este motivo a lo largo de nuestra historia que habría que descubrirlas a todas.

Isabel no fue una mujer adelantada a su tiempo como se ha afirmado muchas veces. Que a las damas no se les diera el beneficio de la libertad cultural, no implicaba que no sintieran interés por aprender.

En el caso de Isabel la Católica podemos confirmar que fue culta a la par que astuta, de ahí que se hiciera con un trono que no le correspondía y se casase en secreto con el heredero del reino vecino para iniciar juntos la reconquista de la Península. Una locura, vamos. Pero una locura que salió bien por haberla diseñado una mujer.

Un apunte antes de seguir. Que se casara a escondidas y sin dispensa papal respondió a una obligación, puesto que gracias a este enlace los beneficios obtenidos fueron muchos. Otra cosa es que con el tiempo acabara enamorada de su marido, pero no se casó por amor.

Isabel nació entre dos hermanos varones, de modo que ser reina no era una opción para ella. Su educación se desarrolló como la de cualquier noble pese a las grandes estrecheces económicas que padecieron.

Siempre rodeada de hombres religiosos o políticos cuya política era la religión, supo aprender de cada uno lo necesario para abrirse paso en un mundo de hombres y conseguir sus propósitos. Mujer astuta, insisto.

Amante de las letras y de las artes no se conformó con rodearse de cortesanos que le hicieran la vida más llevadera o de los que pudiera obtener beneficios. Isabel se rodeó de preceptores y maestros para culturizarse ella, sus hijos y también todas las personas que formaban parte de su corte.

De hecho reunió a las mujeres más sabias de su tiempo, Puellae doctae, que conocían a la perfección el humanismo renacentista. Eruditas como Beatriz Galindo que por su dominio del latín llegó a ser conocida como la Latina. La reina comprendió la importancia de aprender esta lengua de manera tardía, cuando entendió que le permitía acceder al pasado a la par que podía desenvolverse con soltura en el mundo de la diplomacia.

Sorprendió que Isabel, por ser reina y mujer pese a la elegancia de su lenguaje, fuera la impulsora de la revolución cultural en Castilla a mitad del siglo XV.

Entre ella y Fernando hicieron acopio de más de setecientos libros, una biblioteca que ha sido difícil de conservar debido al carácter itinerante que caracterizaba a la corte en la época.

Fuera del ámbito político, de guerras, de conquistas y reconquistas que todos conocemos bien, cabe destacar que fue la primera mecenas de España. Como apasionada del arte llegó a poseer una colección de doscientas veinte pinturas que hoy podemos visitar en la Gran Capilla de Granada como fue su voluntad.

En lo relativo a la colección de libros, se establecen cinco grupos según la temática: religiosos, de la Antigüedad, de caballerías, escritos en castellano y para el buen gobierno. Sin duda, de todos ellos, el grupo más numeroso fue el de los ejemplares religiosos entre los que se contabilizan unos cuatrocientos.

Isabel fue una mujer curiosa y temperamental, una reina de ideas claras que no vacilaba ni cambiaba de proceder. Una mujer de armas y cultura a partes iguales.

Así era Isabel la Católica, la reina de la cultura.

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