Modas de verano

Todos los veranos surgen nuevas tendencias, esto es así. Cuando pensamos en el verano, rápidamente nuestra mente se colapsa, pues a ella acuden todo tipo de recuerdos del pretérito estío: la canción, la moda de baño, los chiringuitos de playa, los libros que devoramos tirados en la arena de aquella playa… Entonces, nuestro cuerpo comienza a vibrar, se nos dibuja una sonrisa bobalicona en el rostro, pese a estar aún en la oficina y no haber llegado al cuarenta de mayo y con la chaquetita de punto porque al salir de casa por las mañanas todavía refresca bastante en Madrid, claro, porque en otras ciudades como Cartagena disfrutan de un microclima constante.

Es en ese preciso momento cuando nos revolvemos en nuestra silla de la oficina y empezamos a visitar diferentes páginas de moda en internet y a hacer una porra con la compañera de mesa sobre cuál será la canción del verano, la pareja sorpresa de famosos que se formará o la que romperá su amor para siempre.

Sin embargo, este verano la sorpresa, sin duda, y en cuanto a modas estivales se refiere, la ha dado la lengua. Nuestra pobre lengua española que cada vez maltratamos más, por cierto, pero de eso hablaremos en otra ocasión, se está viendo siendo casi trending topic o lo que viene siendo lo mismo: tendencia. Me refiero al movimiento migratorio. Sí, ahora las personas que llegan a España sin trabajo, familia, en malas condiciones y procedentes de África, países en guerra y buscando un futuro son migrantes y no inmigrantes. ¿Por qué? Según alguna ONG, se trata de personas que cuando llegan a España aún se encuentran realizando el movimiento migratorio por lo que al encontrarse supuestamente en un lugar de paso todavía son migrantes. Cuando leo esto, mi mente evoca inevitablemente, la imagen de cigüeñas y patos en sus movimientos de migración. Pero no, el problema es que somos nosotros quienes maltratamos la lengua, otorgándole a determinados vocablos connotaciones de las que carecen y, en consecuencia, viéndonos obligados a encontrar otro libre de matices. Desafortunadamente, a España los inmigrantes que llegan con la intención de quedarse y que así hacen, no son científicos, arquitectos, ingenieros o profesores, sino personas sin recursos. Personas que indiscutiblemente merecen ser ayudados y atendidos, de ahí el matiz peyorativo que relacionamos con el término.

Quede claro, que no se trata este artículo de un posicionamiento hacia ningún lado, simplemente una reflexión lingüística.
El problema de la inmigración, no migración, no lo va a solucionar la lengua. De modo que cambiando el nombre no vamos a enmendar lo que en determinadas ciudades del sur de España es una verdadera preocupación.

Por el contrario, cuando los jóvenes españoles se han visto obligados a marchar a otros países de la UE para encontrar trabajo porque con dos carreras universitarias, un Máster y tres idiomas, en España no hay lugar para ellos, entonces sí hablamos de emigrar. Aquí no hay connotaciones peyorativas, ¿verdad? Pero para el país receptor somos unos inmigrantes más, no migrantes y no pasa nada. Los movimientos migratorios no los estamos descubriendo ahora, estuvieron siempre y seguirán estando; mientras unos emigran otros inmigran completándose el movimiento migratorio.

Igual está mucho más claro todo y es sólo una introspección mía. Es lo que tiene el verano; tiempo para la reflexión.

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