Los aranceles históricos de EE. UU.
De nuevo, esta semana tenemos sobre la mesa una noticia de actualidad con mucha historia. Hablamos de los aranceles en Estados Unidos: una herramienta política y económica. ¡Vamos!, hacemos un repaso por los aranceles históricos de EE. UU.
El tema de los aranceles no es nuevo para Estados Unidos. La gran potencia americana los ha utilizado como una herramienta clave para proteger su economía, recaudar ingresos y moldear relaciones internacionales.
A lo largo de su historia, estas tarifas no solo han desempeñado un papel económico, sino que también han sido armas políticas, generando intensos debates y, en ocasiones, conflictos. Repasamos los aranceles históricos de EE. UU. más destacados enfatizando su impacto político.
Como siempre te digo, nada es nuevo, todo está inventado. Y Trump no es original, disruptivo sí.
En el siglo XVIII, nace el arancel de 1789. Y lo hace por la necesidad de establecer una economía independiente y recaudar fondos para financiar sus operaciones. Diseñado principalmente para recaudar ingresos, pero también para proteger a los fabricantes nacionales de la competencia extranjera, especialmente de Gran Bretaña.
Alexander Hamilton, entonces secretario del Tesoro, defendió los aranceles como un mecanismo para fortalecer la industria nacional y fomentar el crecimiento económico interno. Su visión contrastaba con la de los agrarios del sur, quienes dependían de las exportaciones oponiéndose a tarifas altas que encarecían los bienes importados. Este conflicto sentó las bases de una lucha política que persistiría durante décadas.
Más tarde, a principios del siglo XIX, los aranceles se convirtieron en el pilar del sistema americano de Henry Clay. Un plan económico que promovía el desarrollo de la infraestructura nacional y la industria manufacturera. El arancel de 1816, por ejemplo, fue el primero de carácter claramente proteccionista, diseñado para ayudar a las fábricas estadounidenses tras el fin de las guerras Napoleónicas y la invasión de productos europeos baratos.
Sin embargo, el proteccionismo pronto generó tensiones entre las regiones. Los estados del sur, que dependían de la agricultura y de los mercados extranjeros para sus exportaciones, se sentían perjudicados por las tarifas elevadas.
Estas tensiones alcanzaron un punto crítico con el arancel de las abominaciones de 1828, que imponía tarifas extremadamente altas. Esto desencadenó la crisis de la anulación.
Carolina del Sur, liderada por John C. Calhoun, intentó anular el arancel, argumentando que violaba sus derechos. La crisis se resolvió con un compromiso en 1833, pero quedaron al descubierto las profundas divisiones entre el norte industrial y el sur agrícola.
La Guerra Civil marcó un punto de inflexión en la política arancelaria. Durante este conflicto, el gobierno federal impuso aranceles más altos para financiar el esfuerzo bélico y proteger a las industrias del norte. Una vez acabada la guerra, estos aranceles elevados se mantuvieron, beneficiando a las empresas manufactureras en un período de rápida industrialización.
El partido republicano, que dominaba la política nacional en esa época, se convirtió en el principal defensor del proteccionismo. Defendía que los aranceles servían para proteger a los trabajadores estadounidenses de la competencia extranjera. Además, fomentaban el crecimiento económico y ayudaban a financiar proyectos públicos sin depender de impuestos directos.
Sin embargo, no todos compartían esta visión. Los agricultores del medio oeste y los demócratas del sur consideraban que los aranceles beneficiaban desproporcionadamente a las industrias del norte mientras aumentaban el costo de los bienes para el resto del país. Este desacuerdo alimentó divisiones políticas que perduraron durante décadas.
El impacto político de los aranceles se hizo evidente una vez más durante la Gran Depresión. En 1930, el arancel Smoot-Hawley, uno de los más altos en la historia de Estados Unidos, se promulgó con la intención de proteger a los agricultores y las industrias nacionales de la competencia extranjera.
Aunque el arancel contaba con apoyo bipartidista, sus consecuencias fueron desastrosas. Numerosos países respondieron con represalias arancelarias, lo que exacerbó la contracción del comercio internacional y profundizó la depresión económica. La medida también dañó la reputación política de sus promotores y reforzó el debate sobre los riesgos del proteccionismo extremo.
Llegamos así a la era del libre comercio y los tratados internacionales.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, la política comercial de Estados Unidos cambió drásticamente. En lugar de depender de aranceles elevados, el país se esforzó por promover el libre comercio a través de acuerdos internacionales como el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), precursor de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
La reducción de aranceles y la creación de zonas de libre comercio, como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, marcaron un cambio hacia una economía globalizada. Sin embargo, estas políticas tampoco estuvieron exentas de controversia. No faltaron voces en argumentar que el libre comercio perjudicaba a los trabajadores estadounidenses, especialmente en las industrias manufactureras, al permitir que las empresas trasladaran la producción al extranjero.
Tras este repaso por los aranceles históricos de EE. UU. hoy, en el siglo XXI, asistimos al regreso del proteccionismo.
Porque en las últimas décadas, los aranceles han vuelto al centro del debate político. Durante la primera administración de Donald Trump, se adoptó una postura abiertamente proteccionista con la implementación de aranceles sobre el acero, el aluminio y productos chinos. El pretexto era proteger la seguridad nacional y corregir desequilibrios comerciales.
Estas medidas generaron tensiones con socios comerciales como China, la Unión Europea y Canadá. Las represalias afectaron a sectores clave de la economía estadounidense como la agricultura.
A lo largo de la historia de Estados Unidos, los aranceles han sido mucho más que simples herramientas económicas. Han servido como instrumentos de política exterior, catalizadores de conflictos internos y símbolos de las prioridades cambiantes del país. Desde los debates sobre el proteccionismo en el siglo XIX hasta las guerras comerciales del siglo XXI, los aranceles reflejan las tensiones entre el nacionalismo económico y la globalización, entre la protección de los intereses internos y el compromiso con un orden internacional abierto.
Como demuestra su historia, los aranceles no solo afectan a la economía, sino que también moldean la política, dividen a las regiones y dejan una huella duradera en el tejido social de la nación.
Hasta aquí este breve repaso por los aranceles históricos de EE. UU.
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