Burdeles como museos improvisados

Burdeles como museos improvisados

En nuestro paseo por la historia de esta semana, hablamos de los burdeles como museos improvisados en Montmartre.

A finales del siglo XIX y principios del XX, Montmartre no solo era un hervidero de arte y bohemia, sino también un barrio plagado de burdeles. Algunos tan famosos que se convirtieron en auténticos centros de inspiración para los artistas.

Estos lugares ofrecían compañía y placer, y también servían como estudios improvisados donde pintores y escritores encontraban modelos y temas para sus obras.

Uno de los artistas más asociados con los burdeles de Montmartre fue Henri de Toulouse-Lautrec, fascinado con la vida nocturna parisina. Cliente habitual, no solo por razones de ocio ya que las mujeres que trabajaban allí le sirvieron como modelos para muchas de sus obras más emblemáticas. Gracias a su amistad con las trabajadoras sexuales, pudo captar escenas íntimas y naturales de la vida de estos establecimientos, lejos de la mirada moralista de la época.
Su serie de pinturas y carteles publicitarios para locales como el Moulin Rouge y Le Chat Noir ayudó a inmortalizar la atmósfera de Montmartre. Pero quizás lo más fascinante es que Toulouse-Lautrec llegó a tener su propia habitación en algunos burdeles. Pasaba días enteros observando y dibujando a las mujeres en su vida cotidiana.

Los burdeles como museos improvisados se convirtieron en un escaparate de la modernidad.

Algunos eran auténticos palacios de la sensualidad, con decoraciones fastuosas y espectáculos que combinaban erotismo y arte.
Uno de los más famosos fue Le Chabanais, un burdel de lujo frecuentado por aristócratas y artistas. Se decía que el propio Toulouse-Lautrec decoró una de sus habitaciones con murales de estilo japonés. Allí también solían acudir figuras como el Príncipe de Gales (futuro Eduardo VII), que tenía una sala privada con un sillón erótico diseñado especialmente para él.

En contraste, había burdeles modestos donde los artistas más pobres podían pagar sus servicios con bocetos o cuadros en lugar de dinero. Muchos de estos dibujos terminaban colgados en las paredes de los establecimientos, convirtiéndolos en una especie de galerías improvisadas. Incluso se dice que algunos clientes elegían a sus acompañantes basándose en las pinturas que las representaban.

Picasso también bebió de la influencia de los burdeles como museos improvisados.

Pablo Picasso, durante su periodo en Montmartre, quedó impactado por la atmósfera de los burdeles y la representación del cuerpo femenino en ellos. Esto se reflejó en su obra más revolucionaria, Las señoritas de Avignon (1907), considerada la primera pintura cubista. Aunque el título original de la obra hacía referencia a la calle de Aviñón en Barcelona, famosa por sus prostíbulos, la inspiración directa provino de las mujeres que Picasso había observado en los burdeles de Montmartre.
El cuadro, con sus figuras angulares y miradas desafiantes, rompió con la representación idealizada de la mujer en el arte y marcó el inicio de una nueva era pictórica.

Dentro del marco de los burdeles como museos improvisados, hemos de hablar de las cortesanas de Montmartre: musas, modelos y mecenas del arte.

Además de los burdeles en sí, las mujeres que trabajaban en ellos desempeñaron un papel crucial en la historia artística de Montmartre. Algunas no solo fueron modelos, sino también auténticas musas e incluso mecenas de los artistas bohemios.

Eran las reinas de la noche, mujeres que dejaron huella.

En la belle époque, las cortesanas de alto nivel podían alcanzar una fama comparable a la de las estrellas de cine actuales. Destacaron mujeres como La Goulue, la famosa bailarina del Moulin Rouge inmortalizada por Toulouse-Lautrec en sus carteles. Su verdadero nombre era Louise Weber, y tenía una actitud desinhibida y un carácter indomable que la convirtieron en un ícono de la noche parisina.

Otra figura legendaria fue Jane Avril, otra bailarina del Moulin Rouge, conocida por su elegancia y movimientos casi hipnóticos. A diferencia de La Goulue, Avril era más reservada y sofisticada, lo que le dio un aura de misterio que fascinó a los artistas. Toulouse-Lautrec también la pintó en numerosas ocasiones, y sus retratos capturan su esencia única.

En un nivel más elitista, estaban las cortesanas de lujo como Liane de Pougy y Emilienne d’Alençon, que no solo eran amantes de aristócratas y hombres poderosos, sino que también apoyaban a artistas emergentes comprando sus obras o financiando sus proyectos.

Y es que los burdeles como museos improvisados se convirtieron en espacios de experimentación artística.

Además de ser fuente de inspiración, los burdeles también sirvieron como laboratorios para nuevas formas de arte.

  • Los juegos de luces tenues, las sombras proyectadas sobre los cuerpos y la sensualidad del ambiente influyeron en la pintura postimpresionista.
  • Toulouse-Lautrec experimentó con la litografía y el cartelismo, creando una nueva forma de arte popular inspirado en los espectáculos de Montmartre.
  • Picasso, en su Periodo Azul, representó la soledad y la melancolía de las mujeres de los burdeles en una serie de obras cargadas de expresividad.
  • Edgar Degas, aunque más discreto, también realizó estudios sobre la intimidad femenina en este tipo de ambientes, alejándose de la visión idealizada de la mujer en el arte académico.

Los burdeles de Montmartre fueron más que simples lugares de placer: se convirtieron en verdaderos centros de cultura donde el arte se vivía y se creaba en cada rincón. Sin estos espacios y las mujeres que los habitaron, muchas de las obras maestras que hoy admiramos quizá nunca habrían existido.

A pesar de su popularidad, la relación entre los burdeles y el arte no estaba exenta de controversia. Muchos de los dibujos y pinturas inspirados en estos lugares se censuraron por inmorales. Sin embargo, algunos artistas los usaron como una forma de protesta contra la hipocresía de la sociedad de la belle époque, que condenaba públicamente estos espacios mientras los frecuentaba en privado.

Con la llegada de la Primera Guerra Mundial y la modernización de París, la época dorada de los burdeles de Montmartre comenzó a desvanecerse. Muchos se clausuraron obligando a la bohemia artística a desplazarse a otros barrios, pero su legado sigue vivo en las obras maestras que nacieron entre sus muros.

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