La quinta del biberón

La quinta del biberón

Ha comenzado un nuevo año y todos volvemos cargados de propósitos nuevos. Por mi parte, sigo en la línea de visibilizar retazos de la historia tal y como ocurrieron, de la manera más aséptica que me es posible. Bienvenido un año más a este blog de Historia en blanco y negro. Hoy hablamos de la quinta del biberón.

El viaje de esta semana nos lleva nuevamente a la historia más próxima. Una parte que los que pertenecemos a la generación del bollicao hemos tenido la suerte de esquivar.

Sin embargo, se trata de un periodo que parece que se quiera tener muy presente hoy, por eso, por estar de moda en el mundo político desde hace unos años ya, te voy a hablar otra vez de la Guerra Civil. Como siempre, lo haremos encarando lo que no se estudia en los libros, buscando el detalle, lo desconocido o menos difundido. Hablamos de la quinta del biberón.

Quienes me seguís habitualmente conocéis ya tanto mi estilo como el objetivo de este blog. De modo que no te voy a contar las causas y consecuencias de esta guerra o quiénes fueron los buenos y los malos, ya que no los hay. Todos perdieron y mucho.

Que la Guerra Civil fue dura y uno de los periodos más negros de nuestra historia, lo sabemos todos. Del mismo modo que lucharon hasta la muerte hermanos, compatriotas, español contra español.

De lo que hoy te quiero hablar es de la quinta del biberón.

Este fue el nombre que se dio a las levas del final de la guerra, años 38 y 39, en todo el territorio que aún controlaba la España republicana. Recuerda que leva es el reclutamiento obligatorio.

Llamaron a filas a treinta mil jóvenes. En principio para realizar tareas auxiliares, pero la misión de la quinta del biberón era pillar por sorpresa a los golpistas cruzando el Ebro en barcazas. Es decir, los niños participaron de forma activa en la ofensiva republicana de la batalla del Ebro. Los mandaron al infierno. Sin experiencia ni militar ni en la vida, los enviaron a luchar sin armas ni organización. A la desesperada. Obligados a enfrentarse a un enemigo bien organizado, provisto de gran armamento y con apoyo alemán.  

Entre los combatientes destaca, por ejemplo, Jesús Blasco Monterde, historietista español considerado uno de los grandes del tebeo clásico español fundamentalmente por su vertiente realista.

A este grupo de niños que batallaba al mismo nivel que los expertos parece ser que se lo bautizó la ministra anarquista Federica Montseny cuando dijo al referirse a esta leva: «¿Dieciséis años? Si pudieran estar tomando el biberón». De ahí, la quinta del biberón.

Pese a que esto no fue una excepción, es algo que sucedió en otras guerras, uno de los últimos supervivientes de esta quinta, Manuel Gallego-Nicasio, dijo: «Belchite fue una vergüenza, un horror, una masacre, matándonos entre hermanos. No creo que Stalingrado fuera más sangrienta que Belchite».

Jaume, otro de los supervivientes, en un programa que hizo la Sexta, recordaba cómo los franquistas los descubrieron y les dispararon. Tenían que saltar al río detrás de la infantería, pero, como había tantos heridos y muertos, tuvieron que hacer de camilleros.

Era julio, el calor apretaba y el ejército republicano no tenía agua para beber, tuvieron que abastecerse del río Ebro que estaba plagado de cadáveres con las consecuentes intoxicaciones. Esto, concretamente, libró a este protagonista del frente por unas semanas.

¿Qué pasó con la quinta del biberón?

De los treinta mil reclutados sólo se salvaron unos cientos que terminaron presos en campos de trabajo franquistas o exiliados, algunos terminaron en campos de concentración nazis.

Unos niños que no sabían si luchaban con o contra el enemigo, porque carecían de una opinión firme porque desconocían, como cualquier niño, los entramados de la política del tiempo y del país que les tocó vivir.

Como ya sabemos, una lucha y unas pérdidas que resultaron inútiles.

Hasta aquí esta parte cruda de la historia, la de la quinta del biberón. Este viaje duro por el tiempo que, a veces, es mejor no remover para evitar resucitar la pena o el dolor que infligieron todos y cada uno de los responsables de una guerra que, como todas, no sirvió de nada.

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