Leyes y memoria
Esta semana, así, para acabar el año soltando lastre, no viajaremos por la historia. Sólo echaremos la vista atrás para contemplar la historia más contemporánea a la vez que analizamos la actual, esa que se está escribiendo mientras pasa nuestra vida. Y es que te voy a hablar de leyes y memoria. A veces me pregunto si los políticos, todos, tienen la convicción de que los españoles somos tontos de pandereta. No tardo en responderme a mí misma con un rotundo sí.
En realidad, no les importa la poca o la mucha gente que comprende y descubre sus patochadas al vuelo, porque el inteligente no hace ruido. Molesta poco escondido entre libros y cultura mientras, escandalizado, se echa las manos a la cabeza (así visualizan ellos a la parte de la España callada). A quien hay que jalear y contentar es a ese que saldrá a la calle a montar bulla, bien porque no tiene nada mejor que hacer, bien porque se han aprovechado de él por su falta de dedicación al saber, bien porque es un objetivo fácil. Esto se traduce luego en muchos votos y es lo que de verdad importa.
Como siempre digo, este programa es de minorías, por lo que pertenecemos al grupo de los que no se deja engañar, pero nada puede hacer para cambiar el mundo. Lo que sí podemos hacer es alzar la voz al menos para decir: Yo no soy tonto (como el lema de esa tienda de electrónica). A mí no me engañas.
¿Por qué digo esto? Porque me chirría mucho que haya leyes de memoria, más que nada, porque habla de historia que es lo que defendemos y tratamos con cariño en este programa.
Y en esto de las leyes, primero fue la histórica. Te confieso que me enfadé cuando se aprobó y te explico por qué.
No me gusta criticar ni opinar sin conocer antes. De ahí que me leyera lo que dice esta ley. No es que tenga nada en contra de ella más que el nombre. Verás por qué.
Primero, qué significa la palabra memoria. La RAE da las siguientes acepciones (te cuento seis de las catorce):
1. Facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado.
2. Recuerdo que se hace o aviso que se da de algo pasado.
3. Exposición de hechos, datos o motivos referentes a determinado asunto.
4. Estudio, o disertación escrita, sobre alguna materia.
5. Relación de gastos hechos en una dependencia o negociado, o apuntamiento de otras cosas, como una especie de inventario sin formalidad.
6. Monumento para recuerdo o gloria de algo.
Hablar entonces de memoria es recordar y el recuerdo, a veces, lleva implícito el dolor. Precisamente, lo que esta ley pretende no es recordar, sino hacer justicia o subsanar (si es que se puede) los errores del pasado. Por tanto, el nombre no es el correcto en este sentido. Leyes y memoria no maridan con historia. Además, sólo se refiere a un periodo concreto de nuestra historia: Guerra y Dictadura. Todo lo demás está de más. ¿Por qué? Porque no vende o, en otras palabras, no da votos.
La Ley de Memoria Histórica, por tanto, tiene un nombre incorrecto.
Señores, por mucho que nos duela, nos fastidie o no nos guste, la historia es la que fue y no se puede cambiar. Eliminar nombres de calles, monumentos, estatuas o mover cadáveres no hace que el dolor desaparezca ni la historia sea diferente. Lo único que se consigue es manosear, regodearnos y tener siempre presente una parte del pasado que a nadie gusta y que dolió mucho. Hacer justicia con aquellas víctimas está muy bien, ¿pero qué hay de las del presente? Sería más productivo ocuparnos y preocuparnos de no repetir errores, de cuidar a las víctimas de hoy para que mañana no tenga nadie que venir a hacerles justicia. Y las de hoy no tienen relación con la guerra.
Esto sucedía en el año 2007 y en este mismo año que está a punto de acabar, el 2022, se aprobó la Ley de Memoria Democrática que sustituye a la anterior, aunque en esencia es lo mismo.
Pero en esta me llama la atención el artículo 1.3 que dice expresamente: «se repudia y condena el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y la posterior dictadura franquista» que «se declara ilegal».
Y se quedan tan anchos. Es ilegal. ¿Y? ¿Las víctimas están ahora mejor?
Debemos ocuparnos de hacer las cosas mejor de lo que lo hicieron aquellos a los que criticamos e intentamos eliminar de la historia para no cometer los mismos errores y no repetir otro periodo negro. Eso es en lo que hay que trabajar y enfocar todos los esfuerzos, porque a las guerras (todas a lo largo de la historia) el español de a pie no ha ido solo por cuenta propia, de manera unilateral. A las guerras han ido los militares y también civiles empujados estos por los políticos. Del mismo modo que hoy siguen existiendo. Ahí tenemos la guerra de Ucrania sin ir más lejos. Civiles jóvenes y mayores en el frente obligados por sus políticos.
Al final, todo es política, no nos engañemos ni nos dejemos trolear, como dicen los jóvenes. Por desgracia, la política poco cambia y los que están en el poder en cada momento son los mismos con diferente distintivo que buscan su propio bienestar.
Y en esta ocasión, las palabras leyes y memoria no casan con la historia.
Como ves, esta semana hemos cambiado el viaje por una reflexión por la historia. En definitiva, eso hacemos cuando acaba el año, balance de lo bueno y malo. Yo me propuse hace tiempo respetar nuestra historia reconociendo sus aciertos y también sus errores contando lo que pasó alejada de lo políticamente correcto, porque detesto la política y me alejo de la corrección para poder ser sin filtros.
Hasta aquí los paseos por la historia de este 2022. Nos volveremos a encontrar para más viajes temporales el 13 de enero de 2023. Felices Fiestas, felices lecturas.
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¡Muchas gracias!