La reina conservada en miel

La reina conservada en miel

En el paseo por la historia a través de sus curiosidades de esta semana, hablamos de Marianna. Ella fue la segunda esposa del rey Herodes, la reina conservada en miel.

Como hoy te contaré un cuento, si prefieres escucharlo, pincha aquí o aquí.

Te advierto de que esta historia de dulce no tiene nada.

No te descubro nada si te digo que Herodes tuvo un carácter cruel, oscuro e incluso paranoico. Es el gran malvado de la Biblia, ya que, según el Nuevo Testamento, fue el rey que ordenó la matanza de los inocentes, es decir, de todos los niños de Belén menores de dos años.

Como rey, siempre estaba alerta, temía ser víctima de cualquier tipo de conspiración.

En lo familiar no fue muy diferente. Un hombre que llegó a tener catorce hijos de ocho esposas y muchos de ellos murieron víctimas de las disputas familiares.

Por su parte, el personaje de Maniamna es menos conocido, porque dentro de la historia, sobre todo, la de esa época, el hombre era el que tenía el peso de la fama.

Sin embargo, dentro de la literatura sí que es una figura a la que se le da cierta relevancia.

Por ejemplo, la inmortalizaron escritores como Bocaccio en De mulieribus claris, Calderón de la Barca con El mayor monstruo de los celos o Voltaire en su obra Mariamne.

La reina conservada en miel fue una princesa asmonea dueña de una belleza apabullante de la que se enamoró perdidamente el mismísimo Herodes el Grande. Se convierte en su segunda esposa, pero su relación es tan tóxica que el rey termina por ordenar su ejecución.

Y es que las sombras y pesadillas de Herodes lo llevaron a asesinar a su esposa Mariamna, a su primogénito Antípatro y a varios miembros más de su familia, llevando incluso a la dinastía asmonea a su final, hecho que tampoco le perdonó el pueblo.

¿Qué pasó con Mariamna y por qué es la reina conservada en miel? Te cuento una historia que bien podría ser la trama de cualquier telenovela.

Herodes estaba prendado de Mariamna hasta límites que ni él mismo creía. Por eso, no dudó y cedió a la petición de su esposa que le rogaba que nombrase sumo sacerdote a su único hermano, Aristóbulo. Lo que no sabía es que este sería el principio del fin.

Porque primero tuvo que destituir al titular, Hananel, a quien había nombrado él mismo. La excusa fue que no era judío de nacimiento sino extranjero. Después se enfrentó a un escándalo, ya que Aristóbulo era menor de edad. Pero un año después, muere ahogado y el rey restituyó en su puesto a Hananel. Empezó entonces a correr el rumor de que el monarca desconfiaba de la popularidad que tenía Aristóbulo entre los judíos y que por eso ordenó su muerte.

¿Fue así? No se sabe, pero su madre así lo creyó y le escribió una carta a Cleopatra solicitándole ayuda para vengarse. La reina egipcia pasó la petición a su amante, Marco Antonio, y éste reclamó la presencia de Herodes para darle la oportunidad de defenderse, ya que, al fin y al cabo, él le había entregado Judea. El monarca fue y dejó a su esposa al cuidado de su cuñado Josefo. Al que dio una orden: si los romanos lo mataban, él tendría que hacer lo mismo con Mariamna porque no soportaba la idea de que pudiera rehacer su vida con otro hombre.

El problema fue que Josefo también quedó encantado con la hermosura de la reina y terminó confesándole el encargo recibido. Te imaginarás la reacción de la reina. Efectivamente, rompió cualquier vínculo afectivo que tuviera hacia el que todavía era su marido. Además, como no tenía esperanza de que los romanos soltaran a su marido, convenció a Josefo para que le buscara protección entre los romanos.

Pero la historia aún se complicaría más cuando los romanos lo declararon inocente y regresó a Judea. A su llegada, su hermana Salomé le dijo que Mariamna y Josefo se habían hecho amantes y planeaban irse juntos. Herodes no la creyó y fue a hablar con su esposa. Aunque al principio confió en su palabra, cuando supo que Josefo lo había delatado, tomó por cierta la relación entre ambos. Aun así, la perdonó, pero el matrimonio ya hacía aguas.

Los hechos que se fueron sucediendo obligaron a Herodes a ausentarse de Judea nuevamente y otra vez hizo el mismo encargo con respecto a su esposa. En esta ocasión, confió el mando del gobierno a su hermana Salomé.

El responsable de custodiar a su esposa y a su madre fue Soemos, uno de sus hombres de confianza.

Pero Mariamna no sólo era bella, también era lista y supo ganarse la confianza de Soemos. Así fue como se enteró de que su marido había ordenado lo mismo que la primera vez. Cuando regresó Herodes, Mariamna ya no ocultaba su odio hacia él. Salomé y su madre, que a su vez no la soportaban, volvieron a malmeter en su contra sin éxito.

El final del matrimonio y, por tanto, de su vida, llegó cuando Mariamna se negó a reanudar la vida conyugal. Herodes pensaba que la negativa de su mujer se debía a que le era infiel con Soemos. Salomé no perdió la oportunidad de agravar la situación metiéndose en la vida conyugal de su hermano.

A Soemos lo entregan a un verdugo y a Mariamna la detenían y procesaban. Sin embargo, los jueces no encontraron pruebas de ningún complot ni torturando a su eunuco favorito.

Cuando Herodes enfermó, ella intentó hacerse con el poder declarándole incapacitado para el trono y autoproclamándose reina de Judea. Esta jugada le salió mal porque su marido amaba más al poder que a ella y mandó matarla.

Si hacemos caso al Talmud, dice que conservó en miel su cuerpo durante siete años para, según se interpreta, satisfacer su deseo sexual con ella póstumamente.

Así acaba la historia de la reina conservada en miel. Una vida propia de novela.

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