Tres inventos de la Gran Guerra
Esta semana paseamos por la historia para descubrir tres inventos de la Gran Guerra. Tres objetos cotidianos hoy, pero de los que disfrutamos gracias a una guerra.
Si prefieres escucharme contándote esta historia, pincha aquí o aquí. De lo contrario, ¡empezamos!
Chicas, el primero es nuestro, porque las compresas existen gracias a la I Guerra Mundial.
Y es que las primeras compresas llamadas Kotex surgieron en tiempos de guerra.
La empresa estadounidense Kimberly-Clark, unos años antes de que estallara la Gran Guerra, había descubierto un material llamado cellucotton que era cinco veces más absorbente que el algodón. Además, producido en grandes cantidades, se podía fabricar por la mitad de precio.
Cuando en 1917 Estados Unidos entró en la guerra, esta empresa comenzó a producir el forro de algodón para la vestimenta de los profesionales sanitarios a un ritmo de unos 150 metros por minuto.
Pero las enfermeras de la Cruz Roja que se encontraban en el campo de batalla se dieron cuenta de que ese material tenía otra posible utilidad para ellas durante la menstruación. Y así lo comenzaron a usar.
De modo que esta finalidad no oficial del cellucotton fue lo que llevó a la riqueza a aquella pequeña compañía.
Y es que, cuando en 1919 termina la guerra, la empresa busca dar salida al cellucotton sobrante del que disponían y uno de los ejecutivos se da cuenta de que la clave está en ese uso que las enfermeras le dieron como improvisados pañales higiénicos durante la menstruación. Pensó entonces que, por grande que fuera una guerra, nunca habría tantos heridos como mujeres fértiles en tiempos de paz.
El segundo de los tres inventos de la Gran Guerra es el de las lámparas solares, las que se emplean hoy para el bronceado.
El origen en este caso lo encontramos en el raquitismo que padecían casi la mitad de los niños en el Berlín de 1918. Se desconocía entonces la causa exacta de esta enfermedad de los huesos por la que se reblandecían hasta deformarse.
Estos niños, además, destacaban por su palidez. Fue en ese momento cuando un médico decidió llevar a cabo un experimento con cuatro de ellos exponiéndolos a unas lámparas de cuarzo y mercurio que emitían luz ultravioleta.
Con el paso del tiempo notó que los huesos de sus pacientes se hacían más fuertes. En mayo de 1919, con la llegada del buen tiempo, los expuso también a tomar el sol. Obteniendo resultados aún mejores.
De esta manera, muchos niños de toda Alemania fueron tratados con luz.
Más tarde la ciencia conoció que la vitamina D es necesaria para la creación del hueso con calcio y este proceso se estimula con la luz ultravioleta.
El último de los tres inventos de la Gran Guerra es el cambio de hora.
La idea de atrasar los relojes en primavera y adelantarlos en otoño no era nueva cuando comenzó la Primera Guerra Mundial. Benjamin Franklin ya lo había sugerido en una carta al diario Journal de París en 1784.
El motivo de esta sugerencia no era otro que el ahorro. Y es que durante las noches de verano se desperdiciaban muchas velas porque el sol se ponía antes de que la gente se acostara. Del mismo modo, las primeras horas de sol tampoco se aprovechaban porque la población aún dormía.
Y aunque en Nueva Zelanda o Reino Unido surgieron posturas similares, no fue hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial cuando se produjo el cambio.
Como consecuencia de una severa escasez de carbón, las autoridades alemanas decretaron que el 30 de abril de 1916 todos los relojes se adelantarían una hora, así a las once de la noche serían las doce, asegurándose una hora más de luz a la mañana siguiente.
Lo que comenzó en Alemania como una idea para ahorrar carbón para calefacción y luz se extendió rápidamente a otros países.
En Reino Unido la idea se materializó tres semanas más tarde, el 21 de mayo de 1916. El 19 de marzo de 1918 el Congreso de Estados Unidos estableció distintos husos horarios.
Cuando la guerra terminó, los horarios volvieron a su origen, pero como sus beneficios ya eran conocidos, poco después se volvió a implantar.
En España, el cambio de hora se recogió por primera vez el 7 de marzo de 1940. En plena dictadura franquista, se publicó en el Boletín Oficial del Estado una orden que recogía el adelanto de la hora legal en 60 minutos por la «conveniencia de que el horario nacional marche de acuerdo con los de otros países europeos».
Este último hecho es hoy un motivo más que suficiente para acabar con nuestro cambio horario. ¿A quién no le gusta disfrutar de los días largos del horario de verano?
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interesante post Sonia!
Como siempre, excelente todo lo que publicas! Y de los tres inventos, gracias a ese oportuno uso de las enfermeras, mira como nos ha ayudado hoy, más la visión que tuvo alguien dentro de esa empresa.