La reina exhibicionista

La reina exhibicionista

Si la semana pasada hablamos del rey que orinaba sentado, el paseo por la historia a través de sus curiosidades nos lleva esta semana a hablar de la reina exhibicionista. Ella es Luisa Isabel de Orleans, la consorte de Luis I.

Una reina conocida como la reina exhibicionista, la reina breve o la reina sin nombre.

Sigue leyendo y entenderás el porqué de estos apodos, además de conocer a una reina dueña de una vida de novela. También puedes escuchar este artículo como podcast en YouTube.

Desde su nacimiento diferentes sucesos extraños la acompañaron. Si por algo destacaba, era por dos faltas fundamentales: la de educación y la del cariño de sus padres, de los que sufrió el abandono más absoluto. Aun así, llegó a ser reina de España.

Pero antes de subir al trono padeció diversos desprecios que marcaron su carácter. Quizá el más importante tenga que ver con el sentimental. Como hemos dicho, no tuvo el afecto de sus padres y nada más nacer, se olvidaron de bautizarla formalmente. Esto en aquella época, créeme, era algo llamativo para mal. De ahí el apelativo de reina sin nombre.

Después, a los cuatro años, la ingresaron en un convento de monjas de París. Aunque poco tiempo estuvo allí porque la expulsaron unos meses más tarde debido a su comportamiento conflictivo. No olvides que sólo tenía cuatro años.

Tanto las carencias educativas como la falta de afecto las justificaban diciendo que era mujer y no era merecedora de la educación de un varón. Por favor, no te enfrentes a este artículo con los ojos del presente, porque te volará la cabeza. Estamos en el siglo XVIII, y si lees este blog, sé que tienes la capacidad de adaptarte a la época de la que hablemos en cada momento.

Dicho esto, su abuela se refirió a Luisa Isabel, siendo todavía niña, con las siguientes palabras: «Es la persona más desagradable con la que me he topado en mi vida; en todas sus acciones; ya hable, coma o beba, te saca de quicio».

Con apenas doce años, se casó por poderes con el príncipe de Asturias, Luis I de España. El recibimiento que le dio la familia real española podemos catalogarlo, como mínimo, de frío; lo que tampoco era raro. Con este matrimonio en 1722 y al convertirse en consorte tras la abdicación de su suegro Felipe V, dejó de ser la sin nombre y pasó a convertirse en la reina exhibicionista.

De cualquier manera, la consorte logró hacer de la breve vida de su marido un calvario.

Luis I no sólo recibió disgustos por parte de su esposa, sino también indiferencia. Siempre descortés con todas las atenciones. Incluso lo ignoraba en público.

El comportamiento de Luisa Isabel con el paso del tiempo se volvía más extravagante. Básicamente era vulgar e impropio de una reina.

Por ejemplo, no dudó en dejar escapar un eructo estentóreo frente a un embajador francés como si fuera lo más natural del mundo.

Juan Eslava Galán en uno de sus libros asegura que un embajador inglés se refirió así al comportamiento de la regia persona: «No hay disculpa para la conducta inconveniente de la reina. A sus extravagancias, como jugar desnuda en los jardines de palacio; a su pereza, desaseo y afición al mosto; a sus demostraciones de ignorar al joven monarca responde el alejamiento cada vez más patente de Luis hacia ella».

La propia reina Isabel de Farnesio, madrastra del rey, afirmó: «Hemos hecho una terrible adquisición».

Pero contamos con más testimonios que dejan en evidencia el comportamiento impúdico de esta reina.

El mariscal Tessé en un informe al rey de Francia: «Estaba subida en lo alto de una escalera de mano que encontró apoyada en un manzano y nos mostraba su trasero, por no decir otra cosa. Creyó caerse y pidió ayuda; el mayordomo la ayudó a bajar, pero, a menos de estar ciego, es evidente que vio lo que no buscaba ver y que ella tiene por costumbre mostrar libremente».

Imaginarás, que estos deshonrosos comportamientos minaran la tranquilidad matrimonial llevando a la pareja real al límite. No tuvieron descendencia e incluso la reina llegó a estar arrestada durante seis días en sus habitaciones.

De manera sorpresiva, cuando el rey enferma de viruela, Luisa Isabel cambió por completo. Fue capaz de reconducir su conducta y de mantenerse pegada al lecho de su marido durante los diez días en los que agonizó antes de morir. Esto la llevó a contagiarse ella también, aunque sobrevivió.

No llegó a cumplir el año de reinado, de ahí la reina breve.

En resumen, Luisa Isabel destacó en la corte española por pasearse por palacio en camisón, darse unos buenos atracones, no cumplir con sus obligaciones o realizar juegos obscenos. Hechos que llevaron a la familia real a encerrarla en una torre unas semanas con la esperanza de que «corrigiera su espíritu».

Tras la muerte del rey, Isabel de Farnesio la envió de vuelta a Francia donde vivió dos años en un convento y después se retiró al Palacio Luxemburgo, en París. Allí falleció a los 32 años en el verano de 1742 no sin antes protagonizar alguno de sus típicos escándalos.

Y hasta aquí la historia de la reina exhibicionista.

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