La riada del Turia del 57
Estamos viviendo una catástrofe natural en estos días que está dejando al mundo estupefacto. Los españoles no sólo estamos asistiendo a un dolor indecible, sino que estamos viendo como nuestro país es el hazmerreír de Europa. Nadie puede creer que un país desarrollado con las infraestructuras con las que cuenta España con su Ejército, seamos noticia por la solidaridad ciudadana, porque nuestros políticos, desde la limpieza de sus despachos, juegan a ver quién la tiene más larga. Disculpadme tan grosera expresión.
No es mi propósito ni el de este blog calentar los ánimos más de lo que ya lo están, pero sí hay que hablar de historia. Por eso, quiero recordar la riada del Turia del 57.
De esto te quiero hablar hoy.
La riada del Turia de 1957 es uno de los desastres naturales más recordados en la historia reciente de Valencia hasta esta semana. Ocurrió el 14 de octubre de 1957 a causa de las intensas lluvias que azotaron la cuenca del río Turia desencadenando una inundación devastadora en la ciudad de Valencia y sus alrededores. Este evento no solo dejó una profunda huella en la memoria de sus habitantes, sino que también cambió el curso de la planificación urbana y el desarrollo de la ciudad en las décadas siguientes.
Como digo, en los días previos a la riada, Valencia fue testigo de una serie de lluvias torrenciales que saturaron los ríos y arroyos de la región. El río Turia, que atraviesa la ciudad, se desbordó debido al volumen desmesurado de agua que no pudo contener. En sólo unas horas, el caudal alcanzó niveles históricos, superando los 4.000 metros cúbicos por segundo en algunos puntos. Este aumento repentino en el flujo fue devastador para Valencia, una ciudad construida a escasa distancia del lecho del río.
La inundación arrasó barrios enteros, especialmente los situados cerca del cauce, como el Carmen o Campanar. En las zonas más afectadas, el agua alcanzó hasta los cinco metros de altura. Todo quedó sumergido: hogares, comercios o edificios públicos. Todo muy similar a lo que en estos días estamos viendo.
Más de 80 personas perdieron la vida, y miles quedaron sin hogar. Hoy superamos los 200 fallecidos con los medios con los que contamos. Increíble. Las pérdidas materiales fueron incalculables: se destruyeron viviendas, infraestructuras y cultivos en un radio extenso. Del mismo modo que ahora, muchos negocios quedaron completamente anegados, lo que supuso una ruina económica para sus propietarios.
Las calles se convirtieron en ríos de barro y escombros, y la ciudad quedó aislada en muchos puntos debido a la destrucción de puentes y vías de comunicación. Durante los días posteriores, los servicios de emergencia y miles de voluntarios trabajaron sin descanso para rescatar a los afectados y recuperar los cuerpos de las víctimas. La solidaridad entre los habitantes de la ciudad fue notable, pero también quedó patente la falta de planificación y prevención para hacer frente a un desastre de tal envergadura. Es desolador comprobar que seguimos en la primera mitad del siglo XX.
La riada del Turia del 57 dejó claro que la ciudad no podía seguir creciendo a expensas de su seguridad y que eran necesarias medidas para evitar una catástrofe similar en el futuro. De esta necesidad surgió el Plan Sur, un ambicioso proyecto de ingeniería que se aprobó poco después de la catástrofe.
El objetivo del plan era desviar el cauce del río Turia hacia el sur de la ciudad, alejándolo de las zonas habitadas y creando un nuevo cauce artificial. Gracias a este proyecto llevado a cabo por los gobernantes de la época, hoy Valencia capital cuenta esta historia de otra manera.
El antiguo lecho del río, que había sido una amenaza, se transformó en el Jardín del Turia, un extenso parque urbano que recorre la ciudad de este a oeste, convirtiéndose en un espacio de ocio y deporte para los ciudadanos. Este espacio verde es uno de los lugares más emblemáticos de Valencia, y una muestra de cómo una tragedia puede dar paso a una renovación urbana que beneficia a toda la comunidad.
Hoy en día, la riada del Turia del 57 sigue presente en la memoria de los valencianos como un momento de pérdida, pero también de transformación.
A raíz de aquel desastre, Valencia se convirtió en un ejemplo de cómo adaptarse a las circunstancias para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. La tragedia sirvió para impulsar un modelo de ciudad más resiliente y comprometida con su entorno.
Y ¿hoy? ¿Qué pasará con lo que estamos viviendo? Ya te lo digo yo: nada.
Sólo será un recuerdo más en la memoria que contaremos a los que vengan detrás.
Recuerda que puedes ver este artículo como videopódcast pinchando aquí.