¿República es sinónimo de libertad?

¿República es sinónimo de libertad?

¿República es sinónimo de libertad? El artículo de hoy está dedicado a una de esas mentiras de la historia que, por mucho repetirla, hay alguna cabeza vacía (bastantes más de las deseadas) que cree que se convertirá en verdad. Así, por arte de magia. No, es broma, a base de mucho trabajo, pero voy a dejarlo aquí que me desvío y me meto en jardines.

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¿Es la República un sinónimo de libertad? Te explico por qué la respuesta a esta pregunta es negativa. República no es un sinónimo de libertad. Para empezar ni se votó, sólo fue una imposición más para engañar al pueblo como tantas otras, pero, por desgracia, estamos acostumbrados. Hemos aprendido a normalizar hasta la mayor de las burradas.

Como siempre, lo primero será recurrir a la RAE para comprender el significado de la palabra república que, como ocurre con tantas otras en relación con la historia, nos hemos acostumbrado a pronunciar sin ser conscientes de lo que de verdad significan y por tanto implican. 

Dice la RAE que el término república es «Organización del Estado cuya máxima autoridad es elegida por los ciudadanos o por el Parlamento para un período determinado» y en su tercera acepción «forma de gobierno regida por el interés común, la justicia y la igualdad».

Pues ahí lo tenemos. Empezamos mal.

Quédate por aquí, que hoy ahondamos un poco en esta mentira de la historia que nos asegura que la II República fue un modelo de libertad. También entenderé tu miedo a que el mito te explote en la cara y prefieras abandonar en este punto. No te preocupes, cuando estés preparado siempre podrás volver.

Quienes nos quedamos vamos a contar verdades.

Una verdad absoluta es que la monarquía también fue una imposición, no sólo la nuestra, la actual que tantos debates arrastra, sino la de muchos otros momentos de la historia como, por ejemplo, la que se inició con la segunda Restauración borbónica y que trajo a Alfonso XII de vuelta a España. Esto de las herencias no se lleva muy bien, como es lógico, por otra parte. Pues del mismo modo que se reconoce esto, es lícito exponer que la república no fue tan idílica como nos han hecho creer.

Hay que tener toda la información sobre la mesa para formarnos una idea propia, no la de otra persona ni la que nos hayan dicho que es mejor, sino la nuestra. Es decir, sabiendo todo lo bueno y lo malo de cada régimen a lo largo de la historia, mi opinión es… lo que sea. Y tan válida como otra cualquiera.

Así, sin ningún tipo de anestesia, hay que saber que la II República no fue directamente votada por el pueblo ni tampoco lo fue la Constitución del 31.

Como suele ser habitual en la historia, cada hecho es la consecuencia del error anterior. Alfonso XIII erró durante su reinado mucho, muchísimo y una de las meteduras de pata con consecuencias insalvables fue la aceptación de una dictadura en la que el monarca dejó de ser constitucional para convertirse en el jefe de Estado de una dictadura con rey. Esta nueva fórmula terminó de rematar su reinado. Consciente de lo que había hecho, intentó encauzar a la monarquía por el camino constitucional tras la dimisión de Primo, claro que no lo consiguió. Ya era tarde.

Todo este desbarajuste lo supieron aprovechar los detractores monárquicos y la república vio la luz.

Lo que pasó entonces da pie a varios debates. Siempre digo que, por muy aséptico que intente ser quien cuenta la historia, es inevitable la parte de subjetividad según se entienda la historia. Por tanto, entre estas palabras encontrarás la mía.

Lo que ocurrió es que Alfonso XIII se rindió. Sabía que la tenía bien hecha y la mejor solución que encontró fue la huida. Los ánimos estaban caldeados en el pueblo y temió una guerra civil. Es complicado saber con exactitud lo que por su cabeza pasaba, pero la corona se le quedó grande y no contaba con un heredero; el príncipe de Asturias era hemofílico y el segundo sordomudo. Con su economía saneada, España le ofrecía más quebraderos de cabeza que comodidades. De ahí, que los republicanos se vinieran arriba y celebraran una victoria que les vino de sorpresa, no porque ganaran unas elecciones, sino porque su rival desapareció. Para que nos entendamos, es como cuando en un partido de fútbol no se presenta un equipo, gana el que sí ha ido, pero sin jugar.

Porque las elecciones que se celebraron en abril de 1931, en realidad, no las ganaron ni tampoco fueron un referéndum. En la primera fase de las mismas, el resultado fue el siguiente: 14 018 concejales monárquicos frente a 1832 republicanos. En ese momento no se habló de plebiscito en ningún caso. No interesaba.

En la segunda fase, el 12 de abril los resultados seguían favorables a la monarquía: 5775 republicanos y 22 150 monárquicos.

Esto como aperitivo, porque hay más. Por ejemplo, se hablaba de libertad, sin embargo, nada más lejos. No hace falta que te recuerde qué pasó en cuanto el Borbón puso un pie fuera y tomaron el poder: quema de iglesias, censura, cierres de periódicos, violencia política sin ningún tipo de represalias si esta se ejercía sobre la derecha o la Iglesia.

Porque, según el momento de la historia que estudiemos, todos han cometido errores y censura, amigos. Esto parece que se les da muy bien a todos, a la derecha y también a la izquierda.

Bien, dejando a un lado el hecho de que ni la II República ni la Constitución del 31 jamás las votó directamente el pueblo, ponemos sobre la mesa otra cosita que si no se esconde, se pasa por encima tan levemente que casi ni se aprecia. Y esto no es otra cosa que, durante el período de las libertades, ser monárquico y ostentar símbolos monárquicos estaba prohibido. Sí, ¡había censura! ¿Imaginas que hoy en día se prohibiera ser republicano?

¿Es preferible decidir el régimen que represente al país? Pue sí, sería lo adecuado.

Ahora bien, a mí se me abren las carnes cuando veo jóvenes clamar por una república que desconocen. Y me molesta porque veo a gente manipulada por falta de interés en lo que pasó unos cuantos años atrás. Si esos jóvenes que ondean banderas republicanas leyesen un poquito de historia, quizá no se dejaran manipular con tanta facilidad. Porque ni para establecer la II República ni para aprobar su Constitución (la de 1931) hubo nunca ningún referéndum.

De cualquier modo, la república no fue sinónimo de libertad ni mucho menos. El artículo 1.6 de la Ley de Defensa de la República de octubre de 1931 establecía como supuestos de agresión a la República y, por tanto, estaban prohibidos actos como la «apología del régimen monárquico o de las personas en que se pretenda vincular su representación y el uso de emblemas, insignias o distintivos alusivos a uno u otras». Un bonito ejemplo de libertad. Una de las tres palabras claves de la República: Igualdad, fraternidad y libertad.

Una cosita más antes de despedirnos: la bandera, porque no deja de ser llamativo el color elegido. No sé si sabrás que la bandera que hoy conocemos como republicana no es la misma que se izó en la I República que era solo rojigualda. Por tanto, llama la atención que el color elegido fuera el morado, precisamente este era el color del guion del rey Alfonso XIII, ese que se marchó y con cuya etapa monárquica quería romper del todo el nuevo régimen. De manera que hicieron si cabe aún más monárquica la bandera.

Como ves, nada de libertad. Todo imposición, mentiras y alguna anécdota propia del desconocimiento como en el caso de la bandera. En ese afán rupturista no se lee ni estudia ni tan siquiera observa. Total, ¿para qué? Hacemos y decimos lo que nos parezca bien para nuestro propio interés que alguien nos seguirá. Y así es.

Yo espero que me sigas para más historias y continuemos disfrutando juntos de nuestra Historia. ¿Es la República sinónimo de libertad? Con todos los datos sobre la mesa, ya puedes forjar tu propia respuesta.

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