Sissi y la cocaína

Sissi y la cocaína

Isabel de Baviera, la princesa que se convirtió en emperatriz de Austria, ha llegado a nuestras vidas a través de las películas plagadas de romanticismo protagonizadas por Romy Schneider. Sin embargo, su existencia en nada se pareció a lo que en éstas veíamos, porque eran sólo eso: películas, ficción. El paseo de hoy nos lleva a descubrir a la verdadera emperatriz, la extravagante princesa. Acompáñame unos minutos para romper el mito dulcificado. Hoy: Sissi y la cocaína. Del mito y leyenda a la realidad.

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La bella Sissi era cocainómana. Una realidad que se aleja bastante del mito que tanto vendía en una época en la que los cuentos eran de princesas que lucían vestidos y joyas rimbombantes y vivían en palacios de ensueño. En definitiva, lo que la sociedad de ese momento requería o necesitaba.

Sabemos que la princesa bávara tenía una personalidad fuerte, era bella y culta a partes iguales. Una mujer que dominaba varias lenguas, rebelde y también desubicada temporalmente. Lo que se conoce como una adelantada a su época. Sin embargo, si había algo que le gustase o quisiera, lo convertía en obsesión. De ahí que sintiera pasión por los animales a los que cuidaba como parte de su familia. Adoraba a los perros, a los caballos e incluso a los papagayos que vivían felices por los castillos con ella. Y del mismo modo que cuidaba de ellos, también lo hacía de su cuerpo. Estaba obsesionada con la belleza, la delgadez y la juventud. No soportaba el paso de los años.

Como digo, todo lo llevaba al extremo teniendo incluso comportamientos o hábitos nada comunes en su tiempo. Por ejemplo, mandó colocar unas anillas y espalderas en sus aposentos con el objetivo de hacer deporte sin que nadie la observara o caminaba durante ocho horas seguidas. Tampoco permanecía más de dos semanas en un mismo lugar y su alimentación era un tanto tropical: fruta, carne exprimida y pescado hervido.

También tomaba leche y aquí nos encontramos con otra extravagancia, porque para disfrutar de leche fresca cada día mandó instalar un establo en el palacio de verano de Schönbrunn. Ya sabes que no estaba más de dos semanas en un mismo lugar, por eso, cuando viajaba solía transportar vacas, cabras o corderos con ella. Si imaginas la escena, te echarás las manos a la cabeza o abrirás los ojos como un búho.

Teniendo ahora en nuestra imaginación una idea bastante alejada del romanticismo cinematográfico, te contaré la relación de Sissi con la cocaína.

La vida que conocemos de esta princesa no es del todo cierta. Es verdad que se casó con Francisco José, pero no enamorada, ni ella de él ni viceversa. Su matrimonio fue un fracaso como todos los de sus homónimos en la época. Lo que, unido a la asfixiante vida de la corte de Viena, la llevó a padecer depresiones. Por otro lado, consciente de las pasiones que levantaba entre hombres y mujeres (sí, parece ser que también era bisexual) su obsesión por la imagen la empujó a padecer bulimia y anorexia. Se sentía observada constantemente.

Esto la lleva a caer en un abismo del que no salió nunca, aunque su muerte nada tuvo que ver con la cocaína, murió asesinada.

El peso (el de la báscula, no el de la corona) se convirtió en una obsesión, incluso en cierto modo odiaba a los niños porque la habían hecho engordar con los embarazos. Se propuso no superar los 50 kilos y su vida se convirtió en una pesadilla. Inventó dietas extremas que incluían sangre de buey o prescindir de las frutas y verduras. A la vez que practicaba deporte de manera compulsiva.

En el momento en el que su rostro evidenció el paso del tiempo, prohibió que se la volviera a fotografiar. De hecho, su última foto es de cuando tenía 30 años y en el último cuadro que aparece tenía 40. Más tarde, salvo sus doncellas, nadie vio nunca más su rostro, que siempre ocultaba tras un velo, un abanico o un paraguas. Pero no fue la única, su coetánea, la condesa de Castiglione, sufrió del mismo mal. Ella se consideraba la mujer más guapa del mundo, una espía que atrapó a Napoleón en sus redes.

Esta obsesión por sentirse la más bella dio paso a una enfermedad mental que la llevó a pasar la mayor parte de su vida con una depresión extrema. Para sobrellevar mejor su vida se inyectaba cocaína porque decían que tenía efectos antidepresivos y sedantes. Este hecho la convirtió en una adicta.

Ahora añade a la imagen de antes de los viajes cada dos semanas aproximadamente cargada de animales, la del neceser con la cocaína y su jeringuilla.

Es importante recordar que, en aquella época, la comercialización de la cocaína y de la heroína era habitual y también legal. Hasta bien entrado el siglo XX se anunciaban en prensa estas drogas. Te pongo unos ejemplos:

En El Imparcial de 1907 encontramos un anuncio sobre frascos de heroína a 2 pesetas, como «la solución más racional y científica para curar los catarros crónicos, la tuberculosis, la bronquitis y la debilidad general». En 1902, en La Correspondencia de España se vendían pastillas de cocaína para «curar las irritaciones de la boca y la garganta, la afonía, el mal olor y los catarros».

Como siempre, el tiempo pone cada cosa en su lugar y el descubrimiento de los efectos más negativos que positivos de estas sustancias hizo que la publicidad fuera desapareciendo. Aun así, en el ABC de 1944 todavía encontramos anuncios de «cocaína en flor».

Y esta es la realidad de una emperatriz que no fue de cuento. La bella Sissi y la cocaína tuvieron una relación que no se cuenta.

Como siempre digo, no podemos mirar al pasado con los ojos del presente.

Te espero la próxima semana para dar un nuevo paseo por el pasado, mientras tanto, disfruta del presente. No te olvides de suscribirte y de compartir si te ha gustado.

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