Vomitar para seguir comiendo

Vomitar para seguir comiendo

Romanos, comida y vómito son tres términos que la historia ha hecho que mariden. Y es que, al imaginar un banquete romano, lo primero que nos viene a la cabeza es ese romano sobre un triclinio que come y bebe sin mesura hasta vomitar para seguir comiendo. Porque así nos lo han contado. Al parecer los romanos lo hacían todo de manera descontrolada.

Esta supuesta costumbre romana de vomitar para seguir comiendo es probablemente una de las exageraciones históricas más populares. Incluso hay autores que se aventuran a introducir más literatura y fantasía asegurando que se provocaban el vómito introduciéndose plumas de aves en la garganta. Y esto lo hacían en el vomitorio, en latín vomitorium.

En este sentido, es importante explicar que los vomitorios no eran sitios para vomitar. En las casas romanas no había habitaciones que se llamaran así y fueran específicas a tal efecto.

Los vomitorios, en latín vomitoria, eran puertas o aberturas de los anfiteatros, circos o teatros de la antigua Roma para que la gente entrara y saliera de las gradas. Por ejemplo, en el Coliseo había 76 vomitoria que permitían evacuar a 50.000 personas en tan solo quince minutos. Se trataba de una manera de vaciar rápidamente el recinto para prepararlo para el siguiente espectáculo.

Además de los 76 vomitorios generales contaban con otros cuatro destinados en exclusiva a los miembros de la familia imperial.

Quizá la semejanza de los pasillos por los que se vomitaba a la gente fuera con la acción de vomitar llevara a la confusión. Pero sólo eso.

Entonces ¿por qué nos ha llegado que eran lugares para vomitar?

Tenemos que mirar un poco a la literatura y otro poco a la etimología.

En lo que respecta a la literatura, la primera referencia que encontramos de los vomitoria es de finales del siglo IV en la obra de Macrobio Las Saturnales.

Utiliza por primera vez el término para describir las zonas de los edificios públicos que servían para «vomitar» a las personas dentro o fuera de las zonas en las que tenían que estar. Aún hoy se trata de un término que utilizan arquitectos, constructores y en el mundo del teatro en su contexto correcto.

Contamos con referencias literarias en las que los vómitos aparecen de forma errónea tras banquetes estratosféricos. Por ejemplo, en El Satiricón de Petronio, Vida de los doce Césares de Suetonio o en la Historia romana de Dión Casio. Obras en las que el emperador Claudio siempre terminaba sus cenas hinchado por el exceso de comida y vino, y antes de acostarse utilizaba una pluma para provocarse el vómito. O el emperador Vitelio que vomitaba entre cada uno de los cuatro festines diarios que celebraba. La cuestión era vomitar para seguir comiendo.

Séneca escribió: «Ellos vomitan para seguir comiendo, y comen de manera que luego puedan vomitar».

Historia National Geographic

Sin embargo, esto responde sólo a una crítica a los excesos relacionados con algunos de los emperadores, pero desde luego no se trataba de una práctica generalizada.

Y es que esta práctica no responde más que a un recurso literario, pues carecemos de otras fuentes fidedignas que nos permitan contrastar tal información.

Una idea, por otro lado, que resulta hoy atractiva para llevar al extremo lo anecdótico que los autores de la época empleaban para criticar.

Desde luego, nos superaban en inteligencia, no me cabe la menor duda.

En cuanto a lo que a etimología se refiere, el término se deriva de los verbos vomere y vomitare, que no sólo significan en latín vomitar, sino en sentido figurado expresan la idea de lanzar o conducir afuera algo.

También existe el adjetivo vomitorius en latín que refiere a aquellos productos vomitivos, que provocan el vómito cuando es necesario para mejorar alguna afección gastrointestinal.

De modo que la afirmación con la que hemos abierto este artículo: vomitar para seguir comiendo responde a un bulo, a una fake o mentira como lo son tantos otros de la época romana.  

Así que, no. Los romanos no se metían plumas de pavo ni de ganso hasta la garganta hasta vomitar para poder seguir comiendo.

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