La invención del fin de semana

La invención del fin de semana

Fin de semana; por favor y gracias. Por favor, porque resulta imprescindible un respiro para retomar las obligaciones con energía otra vez. Gracias por la oportunidad que se nos brinda para disfrutar de dos días de asueto. En el paseo por la historia de esta semana a través de sus curiosidades hablamos de la invención del fin de semana.

Después de la tormenta llega la calma y tras la semana el fin de semana. El fin de una rutina, de unas acciones de las que necesitamos descansar.

Viajamos nuevamente al siglo XIX para situarnos en la industrialización. Hasta ese momento, era habitual tomarse un día de descanso a la semana que difería según la creencia religiosa. Así, los cristianos descansaban el domingo, los judíos el sábado y los musulmanes el viernes.

Fue con la revolución industrial cuando el concepto de fin de semana comienza a tomar forma y podemos hablar de la invención del fin de semana.

A partir de este momento, un solo día ya no era suficiente para el reposo personal o el ocio. Y esto es así porque los agricultores, que habían empezado a trabajar en las fábricas, comenzaron a exigir tiempo libre para compartir con sus familias. Una exigencia que se lleva a cabo en forma de huelgas sindicales en Estados Unidos.

Durante estas huelgas las tensiones entre los encargados de hacer cumplir la ley y los manifestantes eran más que patentes y, en ocasiones, acababan con algunas personas heridas o incluso muertas.

Con el tiempo, los propietarios de las fábricas toman conciencia de que los trabajadores son más productivos o eficientes si han descansado.

De este modo, se le adjudica la invención del fin de semana a Henry Ford. Porque lo que a este señor le importaba era vender coches, esa era su empresa. Por eso a principios del siglo XX comenzó a darle a sus trabajadores dos días libres a la semana: el sábado y el domingo, esto es, el fin de semana.

¿Por qué lo hacía? Porque sencillamente se dio cuenta de que sus propios trabajadores eran también sus clientes. Es decir, necesitaban tiempo libre para poder gastar dinero, para comprar los objetos de deseo como, en este caso, los coches, su producto.

Henry Ford reconoció que la economía se impulsa si los trabajadores tenían un par de días libres cada semana para comprar bienes y disfrutar de ellos.

A finales del siglo XIX se extendió de manera homogénea la práctica del descanso del sábado en las fábricas, pero el reconocimiento del fin de semana de 48 horas llegó en pleno siglo XX. El sindicato nortemaericano Amalgamated Clothing Workers of America fue uno de los primeros en lograr en 1929 la reducción de la semana laboral a cinco días. Y, en consecuencia, el reconocimiento del fin de semana como momento de descanso por derecho.

Como siempre, tendemos a menospreciar nuestra historia o lo que es peor aún, la desconocemos. Pero no te preocupes, para eso estamos aquí.

Con su visión empresarial, Henry Ford en 1926 instauró eso de los fines de semana, las horas de trabajo y demás beneficios que hoy disfrutamos todos, cierto. Sin embargo, no inventó nada, porque ese mérito le corresponde a un español. En concreto a un rey: Felipe II.

Este rey, controlador y estricto, supervisó personalmente la obra del monasterio de El Escorial. Sobre el mito de su construcción puedes leer en este artículo. En ella trabajaron unos mil quinientos oficiales de la construcción, otros tantos peones, trescientos carros de bueyes y mulas que cobraban unos diez mil ducados mensuales. Unas condiciones laborales que complicaban el trabajo a todos los que participaron en la construcción del monasterio. De ahí que Felipe II hiciera todo lo posible para darles un mejor trato y, especialmente, mejorar sus condiciones laborales. Estableció la jornada laboral de ocho horas.

Ocurrió en el año 1593, como ves en el Siglo de Oro, varios antes de la industrialización y lo hizo por un Edito Real, que aseguraba que «todos los obreros trabajarán ocho horas cada día, cuatro por la mañana y cuatro por la tarde; las horas serán distribuidas por los ingenieros el tiempo más conveniente, para evitar a los obreros el ardor del sol y permitirles cuidar de su salud y su conservación, sin que falten a sus deberes». Así se decretó en la Ley VI de la Ordenanza de Instrucción.

Los trabajadores del monasterio recibieron un total de diez días de vacaciones al año, un salario íntegro y hasta media paga en el caso de lesionarse o quedar heridos durante su construcción. Unas condiciones laborales que se extendieron para otros trabajadores, eso sí, solo para aquellos bajo su cargo.

Por cierto, ¿sabes que hay una puerta al infierno en El Escorial? Te lo cuento en este otro artículo.

Más tarde, en 1919 en nuestro país otra vez, y tras varias huelgas de trabajadores en Barcelona contra la eléctrica Riegos y Fuerzas del Ebro, el presidente del Gobierno, conde de Romanones, firmó un decreto que convirtió a España en el primer país en establecer la jornada laboral de ocho horas en todos los sectores del país.

Los españoles nos sentimos atraídos siempre por lo extranjero. Nos debe parecer más exótico, no sé. Pero la realidad es que ni Henry Ford ni la industrialización. La invención del fin de semana hay que situarla en España y se la debemos a Felipe II y al conde Romanones.

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