Maldición alfonsina

Maldición alfonsina

 

 
 
El nombre de Alfonso para los borbones, indefectiblemente, va unido a la desgracia: la maldición alfonsina.
 
Lo vaticinó el rey Alfonso XII, cuando en su lecho de muerte (una tuberculosis se lo llevó a los 27 años) hizo prometer a su esposa, la reina María Cristina de Habsburgo, que no llamaría Alfonso al hijo que esperaban, pues de ser así, lo haría bajo el número XIII.
 
 
Como sabemos, incumplió la promesa y España contó con el reinado de Alfonso XIII quien lo fue hasta su exilio en 1931. Este rey, como podéis descubrir en mi novela En los ojos del rey, tuvo una vida vacía de amor, amistad y felicidad, pero llena de sexo y desenfreno. Las desgracias se sucedieron en ella: la hemofilia se llevó a tres de sus hijos, jamás encontró el verdadero amor y terminó sus días de la manera que más temía: lejos de su patria, exiliado y como rey en el olvido.
 
Ajeno a la superchería, supersticiones y, sobre todo, convencido de su buena estrella (no entiendo muy bien en qué se basó para albergar dicha creencia, porque la estrella debió de apagarse pronto), su primer hijo dentro del matrimonio con la reina Victoria Eugenia y, por tanto, su heredero y Príncipe de Asturias, también recibió el nombre de Alfonso. Parece que continúa la maldición alfonsina.
 
Alfonso de Borbón y Battenberg fue Príncipe de Asturias hasta que se casó con la Puchunga (Edelmira Sampedro), una cubana a quien conoció en un sanatorio de Suiza. Al tratarse de un matrimonio morganático, debió de renunciar a sus derechos dinásticos adoptando desde entonces el título de conde de Covadonga que su padre le permitió utilizar.
 
La vida de este Borbón fue considerablemente más traumática que la de su regio padre. Hemofílico, con gran tendencia a enfermar física y mentalmente, vivió con cierto libertinaje sin mostrar el más mínimo reparo por su enfermedad. Contrajo dos veces matrimonio y dos veces fue abandonado por sus esposas debido al carácter Borbón y a las consecuencias de su enfermedad (continuas recaídas, constantes impedimentos sexuales y por qué no, escasa liquidez económica). Acabó su vida sumido en los excesos de diferente índole con la única compañía de una dama de dudosa reputación. En definitiva, solo.
 
Su primo, Alfonso de Borbón y Dampierre, hijo de su tío don Jaime y Emmanuela Dampierre, tampoco corrió mucha más suerte, confirmando la maldición alfonsina.
 
Este Borbón se casó con la adorada nieta de Franco, Carmen Martínez Bordiú. Lo que parecía una boda de cuento con la que entroncaba la Dictadura y Monarquía, resultó una boda un tanto amañada, como era habitual en la realeza y con poco enamoramiento por parte de la dama, quien vio en el desposorio la vía de escape a su vida prefijada. Ya sabemos que Carmencita es un espíritu libre.
 
El rey Alfonso XIII, tuvo que ver morir a su hijo pequeño, Gonzalo, en accidente de coche, hecho que lo dejó con secuelas psicológicas para siempre. Curiosamente, también su hijo mayor, Alfonso, moría del mismo modo.
 
Nuevamente, la desgracia llamaba a la puerta de los Alfonsos. El duque de Cádiz fallecía de forma trágica esquiando en Colorado cuando un cable en la pista le sesgó el cuello.
Este Alfonso tampoco debió reparar en la suerte que corrían sus tocayos familiares y puso Alfonso a su hijo pequeño. Por el momento, se va salvando de la maldición alfonsina que ese nombre implica unido al apellido Borbón. Es quizá por el escudo que lo precede, pues es Luis Alfonso.
 
No obstante, vivir las trágicas muertes de tu padre y de tu único hermano, tener a Carmen Martínez Bordiú de madre y pertenecer a las dos familias más importantes de la historia de España (Borbón y Franco) no debe ser fácil. Claro que, con dinero y buena posición social, todo es más llevadero.
 
Para concluir, no podemos olvidarnos del infante Alfonsito, hijo de don Juan de Borbón y hermano de nuestro emérito, Juan Carlos I. De no haber perdido la vida, quizá hubiéramos conocido a Alfonso XIV, quién sabe.
 
Su vida fue la más corta de todos los Alfonsos, pues con tan solo 14 años murió de un disparo ejecutado por su hermano Juanito mientras jugaban. El fallecimiento trágico de Alfonso de Borbón y Borbón, Senequita, como Pilar Eyre en su libro Secretos y mentiras de la Familia Real sostiene que lo llamaban por tratarse del más listo de todos los hermanos, ha marcado la vida de la dinastía borbónica más reciente.
Con el rey Felipe VI parece que se haya roto la tradición alfonsina, aunque tiene Alfonso de cuarto nombre por delante de Todos los Santos. Probablemente eso ayude.
 
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