No aprendemos de la Historia
No aprendemos de la Historia.
No hay manera. Los españoles no aprendemos de la Historia, de la nuestra, digo.
Y aunque no me gusta nada el empleo de frases ya manidas, siento la necesidad de recordar aquello de que «quien no conoce su historia está condenado a repetirla». En estas nos vemos los españolitos del siglo XXI.
Sí, porque el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. ¡Vaya!, aquí he metido otra de esas. Sin embargo, el español es el único que se encariña con ella. Es que somos muy sentimentales y demagogos también.
Esta semana te invito a un nuevo viaje en el tiempo. ¿Estás preparado? Nos vamos hasta 1873, concretamente, al 11 de febrero.
Aquel día comenzó la Primera República en España. Un régimen político que duró menos que el matrimonio de muchos famosos, porque terminó el 29 de diciembre de 1874, cuando el general Martínez Campos trajo de vuelta a la monarquía, a los Borbones. Menos de un año nos duró lo que se ha llegado a denominar ‘experimento’.
Este primer intento republicano fue tan breve por un motivo de peso: la inestabilidad política.
Y es que el quítate tú que me pongo yo, no es el camino. No, señores.
¿No te resulta familiar? A mí me provoca escalofríos.
Voy a intentar contextualizar, pero sin aburrir a nadie. Seré tan breve como el tema que nos ocupa.
La reina Isabel II se encontraba ya en el exilio y en España reinaba Amadeo I de Saboya, que te recuerdo que fue el único rey elegido por las Cortes, de ahí que se conozca como «el rey Electo».
Durante su breve reinado, un par de años, se sucedieron hasta seis gobiernos y como casi todos los reyes sufrió un intento de asesinato. Esto hizo que ganara algo de popularidad, pero insuficiente.
Sin el apoyo popular y con una inestabilidad política que llevaba a continuas fricciones entre el rey y los políticos, la situación era insostenible.
Una crisis de gobierno con los artilleros supuso el final del rey, ya que firmó el decreto de disolución del cuerpo de artillería y, acto seguido, devolvió la corona, agradeció la oportunidad brindada y se marchó a su Italia.
Nace entonces la Primera República por imposición, una obligación para evitar derramar sangre. Pues no era más que un modelo indefinido como resultado de un pacto entre republicanos y radicales.
Esto decía el presidente del gobierno del momento, Ruiz Zorrilla:
Protesto y protestaré, aunque me quede solo, contra aquellos diputados que habiendo venido al Congreso como monárquicos constitucionales se creen autorizados a tomar una determinación que de la noche a la mañana pueda hacer pasar a la nación de monárquica a republicana.
Por su parte, Emilio Castelar, republicano, contestaba:
Señores, con Fernando VII murió la monarquía tradicional; con la fuga de Isabel II, la monarquía parlamentaria; con la renuncia de don Amadeo de Saboya, la monarquía democrática; nadie ha acabado con ella, ha muerto por sí misma; nadie trae la República, la traen las circunstancias, la trae una conjuración de la sociedad, de la naturaleza, de la Historia. Señores, saludémosla como el sol que se levanta por su propia fuerza en el cielo de nuestra Patria.
Cuatro presidentes se sucedieron en esta república:
Estanislao Figueras: 11 de febrero – 11 de junio de 1873.
Francisco Pi y Margall: 11 de junio – 18 de julio de 1873.
Nicolás Salmerón: 18 de julio – 7 de septiembre de 1873.
Emilio Castelar: 7 de septiembre de 1873 – 3 de enero de 1874.
Así, visto con la perspectiva de los siglos, da la sensación de que había un pastel del que todos querían comer. De ahí, la brevedad de cada gobierno.
Pero es que el caos era tremendo: dificultades políticas, sociales y económicas a las que se unía la cojera militar, porque recordemos que el Cuerpo de Artillería había sido desarticulado por don Amadeo en el momento más crítico durante la Tercera Guerra Carlista.
Por si esto resultara poco, lo más urgente fue restablecer el orden, porque los republicanos veían este gobierno blandito. Vamos, que viraba mucho hacia la monarquía, a su entender.
Y ¿quién se encargó de este cometido? Pues el ministro de Gobernación, Pi y Margall, que luego fue presidente y que, curiosamente, era el principal defensor de ese federalismo pactista.
Tal debía ser el caos que, presidiendo un Consejo de Ministros, Estanislao gritó: «Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros!».
Y se marchó y a su barco lo llamó Libertad. Ah no, que me voy de república, ese fue el de la segunda. Por ahora, esto solo es un guiño a Perales, el cantante.
Lo del barco llamado Libertad es porque cuando Alfonso XIII se fue al exilio, lo hizo en un barco que salió de España llamándose «Príncipe Alfonso» y regresó bautizado como «Libertad», por eso de borrar todo rastro monárquico. Al desembarcar el rey, izaron la bandera tricolor, pues ya se había proclamado la república en España.
Hecho este inciso, vuelvo a 1874, ya que con la marcha de un presidente llegó el siguiente cuyo gobierno duró lo que una pompa de jabón. Después vino el tercero y el cuarto.
¿Y qué pasó? Que parece que este no era un buen plan.
El general Pavía, mediante un Golpe, termina con la breve experiencia republicana el 4 de enero de 1874 y los Borbones regresan tras un nuevo pronunciamiento militar, esta vez a manos de Martínez Campos.
Alfonso XII retorna de su exilio parisino al que había marchado con su madre Isabel II, pero esta no tiene permiso para regresar a suelo español, debe permanecer fuera de nuestras fronteras.
Vemos cómo del rey «Electo», pasamos al «Pacificador» después del descanso de una república de once meses.
Cuando este Alfonso muere, porque lo hizo muy pronto, la reina María Cristina, su consorte, se convirtió en regente hasta que fue proclamado su hijo Alfonso XIII. Recordemos que cuando murió el rey, la reina estaba embarazada del heredero, de ahí su larga regencia.
Después vino la Segunda República, una guerra civil, una dictadura y nuevamente la imposición de los Borbones.
Como vemos todo es cíclico y se va repitiendo. Ahora nos vemos envueltos en una nueva inestabilidad política con una importante crisis social y la económica está a punto de estallar, todo dentro del marco de nuestro siglo, claro.
Entonces me pregunto ¿por qué no aprendemos de lo que vino antes? Quizá la solución está en no volver a repetir acontecimientos tratando de evitarlos.
Mi conclusión es que no aprendemos de la Historia. ¿Qué opinas tú?
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Estas son mis novelas.
Increíble, cada día te superas más. Has resumido, sin perder ni un ápice de importancia, la deriva republicana del momento actual y del siglo XIX. Perfecto
Gracias, me sonrojas.
Un abrazo, amigo.