Un año después

Un año después

Te voy a confesar algo: esta semana tenía otro artículo previsto, pero no he podido resistirme a compartir contigo, que te tomas el café conmigo cada semana, esta reflexión un año después.

Cada cual es uno y tendrá su propia reflexión. La mía es esta.

Hace exactamente un año, el 19 de marzo de 2020, estábamos todos confinados. Un virus había llegado a nuestro mundo para ponerlo patas arriba y descolocar por completo nuestras vidas. Muchos hemos cambiado un año después. Ya no somos los mismos, quizá nunca volvamos a serlo.

Durante ese tiempo de confinamiento decidí escribir una novela, porque el año 2020 nunca lo olvidaremos y en mayor o menor medida será un hito importantísimo en la historia de la humanidad.

Consciente de la escasa memoria histórica que poseemos, pensé que lo mejor sería dejar plasmado por escrito todo lo que vivimos, sentimos y disfrutamos o sufrimos.

Por todas las emociones vividas, creí que la mejor manera era hacerlo sirviéndome del amor tan necesario y maltratado durante esos meses. Muchísima gente se vio privada de dar el último beso y abrazo a esos seres queridos que se llevó el virus.

De ahí que esta novela, «Diario de un amor confinado», sea romántica y le haya añadido ingredientes que aportan un toque de humor para sacar a los lectores alguna sonrisa tras tanta lágrima vertida.

Y hace hoy exactamente un año, esto es lo que pasaba en España:

Jueves 19 de marzo de 2020

Me he levantado temprano para buscar recetas de cocina saludable en internet. Mi desayuno de hoy: tostadas de pan integral con queso fresco y aguacate, zumo de naranja recién exprimido y café bien cargado.

Antes de que dieran las diez de la mañana y abrieran las puertas del Gastamenos, ya estaba yo haciendo cola. De pronto, mi corazón se aceleró por su presencia, el olor de su perfume invadió mi perímetro de seguridad. Ahí estaba él, con sus vaqueros perfectos y cazadora motera. Acababa de alegrarme el día.

Maldigo mi pereza. ¿Por qué no tendré yo un perro? Sería una excusa perfecta para vernos, porque Max cada día saca a Boli, su Beagle, de paseo ¡tres veces al día!

Como todos los jueves hemos quedado las chicas para tomar unas cervezas y aunque no podemos salir, nos hemos arreglado. He estrenado un vestido blanco que fue mi última compra en una tienda física antes del confinamiento y que me queda espectacular.

Los datos comienzan a ser desalentadores. Hoy 169 fallecidos. ¿Cuántas personas habrán perdido hoy, día de San José, a su padre? No quiero imaginar cómo será vivir esa crudeza sin poder tomarlo de la mano, sin poder despedirte, darle el último beso y acompañarlo en su último aliento. Quienes hemos perdido a un padre podemos empatizar a la perfección con quienes estén viviendo esta pesadilla.

Viernes 20 de marzo de 2020

Ha sido una noche larga. No solo por lo tarde que se nos hizo ayer charlando y bebiendo en la distancia, lo cual no deja de ser llamativo, porque fue como si estuviéramos las cinco en la mesa del Money Peny un jueves cualquiera a.c. (nada que ver con el cristianismo que ni practico ni profeso. Con estas iniciales me refiero a antes del confinamiento). Cuando a las cuatro de la madrugada decidimos desconectarnos, me metí en la cama y no dejé de dar vueltas hasta esta mañana a las ocho que, cansada, me he levantado.

Si no pude dormir fue porque mi mente ha estado velando a todos los padres que se marcharon ayer en su día y lo hicieron solos, en silencio, sin hacer ruido ni molestar. Quizá se fueron con miedo, con algo o mucho que decir a sus hijos. Con la necesidad de expresar un último sentimiento, dar un consejo de última hora. Yo no soy creyente, pero sí lo son la mayor parte de los abuelos, esos que estos días se van de la manera más triste. Me pregunto si se habrán ido en paz, es decir, si habrán tenido a un cura cerca que les diera la extremaunción que, estoy segura, habrán ansiado.

También he acompañado mentalmente a todas esas familias, a esos hijos que no solo no han podido despedirse, sino que tampoco han tenido la oportunidad de recibir el consuelo de una madre, de un hermano, de un amigo. En consecuencia, no les ha sido posible darlo. Vivir todo este trago en la más absoluta soledad es duro, créeme, sé de lo que hablo.

Mis padres murieron en un accidente de coche hace ocho años. Tampoco yo pude despedirme de ellos, llegaron sin vida al hospital, pero sí les pude dar el último beso. Hoy tendrían setenta y cinco años, así que la parte positiva es que no tengo de quién preocuparme en esta crisis, porque hubieran pertenecido al colectivo más vulnerable. Además, mi padre era hipertenso y había sufrido dos infartos el año antes de morir. Él que pensaba que era más listo que la muerte, al final lo sorprendió en forma de joven borracho y drogado.

Hoy necesitaré café en vena. Tampoco veré a Max hasta el lunes. Día para borrar.

Madre mía, hablábamos de 169 fallecidos y nos escandalizábamos. Hoy, un año después, han fallecido por coronavirus en España 166 personas ¡y lo hemos normalizado!

Hace un año estábamos todos encerrados ansiando una vacuna que nos permitiera poder volver a la normalidad. ¿Dónde quedó esa normalidad que no valoramos hasta que nos la quitaron? Lo que daríamos por un trocito de aquella.

Si hace un año vivíamos en una película de terror, hoy, un año después y con la vacunación en marcha, vivimos en una serie, la de Juego de Tronos.

Con el mismo número de muertes diarias, un año después nos encontramos centrados en el baile de sillas en los que están entretenidos los políticos. Mucho más interesados en el poder que en la situación que vivimos.

Total, ya tenemos vacunas, pasemos a otra cosa mariposa.

Lo siento, no me resisto a una última cosita, así, pequeñita. Como tú, yo no puedo ver hoy a mi padre ni a mi madre, que hoy también es su santo. Sin embargo, los extranjeros pueden entrar y salir de nuestro país con total libertad. ¿Tú lo entiendes? Yo no.

Me vas a permitir que los felicite desde aquí.

Papá, eres un padre increíble, felicidades en tu día. Mamá, felicidades, eres la mejor. Os quiero.

Hago extensiva esta felicitación a todos los padres y santos de hoy. Disfrutad.

«Diario de un amor confinado» terminará más pronto que tarde siendo una novela histórica para aquellos que quieran saber la verdad, lo que pasó sin artificios ni invenciones.

Siempre digo que leer te hace libre. No dejes de conocer tu historia para que nadie pueda engañarte, porque parece que cuando una mentira se repite casi de forma enfermiza, acaba por convertirse en verdad.

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