Amantes reales

Amantes reales

«Todo el mundo de clase alta tiene amantes. Lo que no debes hacer es quejarte». Esta afirmación pertenece a Penny Junior, biógrafa de la reina Camilla de Inglaterra.

En el paseo por la historia a través de sus curiosidades, hablamos hoy de las amantes reales.

Tener amantes es lo normal en determinadas esferas. El dinero da acceso a muchas cosas, entre ellas a normalizar las infidelidades.

Dentro del alto abolengo, se da por hecho que ambos miembros de una pareja tienen amantes. Es más, de no ser así, es hasta raro. Supongo que los habrá fieles también, no quiero ganarme ningún enemigo, que tampoco es cuestión de meter en el mismo saco a todos.

Así que me voy a ir al campo que más pruebas aporta, el de la realeza. Un gremio en el que las amantes están a la orden del día. Recordemos que los matrimonios son alianzas políticas libres de amor, de ahí la justificación ideal para entregarse al poliamor.

Se dice que cuando la princesa Diana conoció la infidelidad de su marido, el hoy rey Carlos III, este le dijo: «Me niego a ser el único príncipe de Gales que no tenga amante».

Siempre digo que a la historia no hay que mirarla con los ojos del presente y, en esta ocasión, añado que la clase social a la que no pertenecemos tampoco se puede juzgar desde nuestra perspectiva. Ni por arriba ni por abajo, pero qué sería de la literatura si no lo hiciéramos.

Vamos a pasear por la historia para conocer a algunas de las amantes reales que, además, muchas han propiciado libros sobre ellas.

Una amante real designa una posición histórica de una amante de un monarca o heredero natural. Algunas han tenido un poder considerable y en estos casos, han sido comúnmente referidas como el «poder detrás del trono».

En Francia, los reyes sin ninguna amante provocaban, en ciertas épocas, más burla que respeto como es el caso de Luis XVI de Francia.

Entre las amantes más famosas del país galo, podemos recordar a Diane de Poitiers, amante de Enrique II, Gabrielle d’Estrées de Enrique IV, Luisa de La Vallière, Madame de Montespan y Madame de Maintenon, de Luis XIV o Madame de Pompadour y Madame du Barry de Luis XV.

España, por supuesto, también cuenta con una larga lista de concubinas, entre las famosas se incluyen Aldonza Ruiz de Ivorra y Beatriz de Bobadilla del rey Fernando II de Aragón; Carmen Ruiz Moragas del rey Alfonso XIII y Bárbara Rey, Marta Gayá y Corinna Larsen del rey Juan Carlos I. Algunas de ellas cuentan con su propia literatura, como es el caso de la Moragas a la que Pilar Eyre dedicó una novela: Carmen la rebelde.

El tema de las amantes de los monarcas españoles está muy trabajado, por eso no me detengo mucho en ellas. Puedes profundizar más en mis artículos titulados Reyes y actrices o La amante de Alfonso XIII.

Seguimos conociendo amantes reales. Paramos ahora en Inglaterra, donde destacamos a Penelope Knatchbull.

Se dice que la reina Isabel II de Inglaterra pedía a su marido lealtad, no fidelidad. Una afirmación hoy machista, cierto, pero en su época y clase social era y, al parecer, sigue siendo normal.

La reina Isabel conocía la amistad especial entre esta señora y su marido. Y, aunque se dice que no le importaba, yo no estoy tan segura. Quizá al final de su vida no, pero cuando fue conocedora por primera vez, algún pinchazo doloroso le atravesó su regio corazón.

No podemos olvidar que fue educada en una generación y una clase social en donde estaba perfectamente aceptado que los matrimonios, tanto hombres como mujeres, tuvieran amantes siempre que se respetaran una serie de reglas. Entre ellas, que el matrimonio no se rompiese ni se forzara una ruptura de otros matrimonios.

De hecho, dentro de los grupos aristocráticos se dice que para saber quién es amante de quién sólo hay que mirar qué matrimonios comienzan a salir juntos con frecuencia. Se da por hecho que semejante proximidad es una cobertura para los encuentros furtivos.

Nos vamos ahora a la Suecia de hoy para centrarnos en los actuales monarcas, Carlos Gustavo y Silvia de Suecia. Este es uno de los matrimonios más longevos de las monarquías europeas; sin embargo, los rumores de infidelidad comenzaron en el noviazgo.

En 2010 el rumor se convirtió en una realidad porque se publicó una biografía no autorizada sobre el monarca donde se aseguraba que Gustavo tenía una seria debilidad por los clubes y orgías multitudinarias. Del mismo modo, la biografía afirmaba que había tenido varios encuentros con la cantante sueca Camilla Henemark.

La sorpresa fue cuando el propio monarca alegó, en una rueda de prensa, que eso había ocurrido hacía tiempo y que ahora quería pasar página con su familia.

Insisto en que las intrigas palaciegas son jugosísimas. De no existir la monarquía, habría que inventarla.

En Bélgica no se quedan atrás. Aquí también hay más sustancia que en la cabeza de una gamba.

El matrimonio entre Paola y Alberto II de Bélgica es una relación supuestamente manchada de forma recíproca con infidelidades. Aunque ya no son los reyes reinantes en la actualidad, la corona la tienen su hijo Felipe y su nuera Matilde, siguen siendo la comidilla por sus engaños y aventuras amorosas.

La amante más famosa aquí es Sybilla de Selys, una aristócrata que tuvo un idilio amoroso con el monarca durante 18 años. Ella ha afirmado incluso que de sus encuentros con el monarca llegó al mundo su hija Delphine.

Por supuesto, por este paseo no podía faltar Mónaco.

Si hubo un caso sonado en el principado fue el de Estefanía y Daniel Ducret. Aunque ellos no son reyes, la historia de amor entre la princesa y el guardaespaldas fue la más famosa de los años 90, también su divorcio por culpa de una infidelidad de Daniel con una stripper.

En este caso sí hubo queja y es que, al parecer, la que se pueda esconder bajo la alfombra de casa es altamente aceptable. Por el contrario, cuando las pruebas gráficas recorren revistas y televisiones, es la opinión pública la que acaba con las relaciones.

De modo que sólo la sociedad es capaz de terminar con las amantes reales. Y no siempre.

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2 thoughts on “Amantes reales

  1. Interesante tema.
    Se trata de una especie de juego erótico en el que se eligen un@s y se excluyen otr@s jugador@s.
    Conozco algún caso entre plebeyos también aunque, como tan brillantemente describiste en tu libro sobre A. 13, es en el mundo de la llamada nobleza donde se practica constantemente.

    Ahora bien, lo que parece que está detrás de este tipo de adicciones al riesgo que acaban con ellos generalmente, es un deseo de juego de la ruleta rusa alocada y pasional

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