Cartagena quiso ser americana
Cartagena quiso ser americana: ¿mito o realidad?
Inauguramos nueva sección en el blog: ¿mito o realidad? Y la primera entrega está dedicada a Cartagena. ¿Quiso ser americana?
Mi querida Cartagena, dicen que quisiste ser americana. Mira por dónde hoy escribiría en un inglés soñado.
Como siempre, vamos al principio y te pongo en situación.
Cómo estaría el país para que un rey renunciase a su poder. Sí, Amadeo I entregó en las Cortes las llaves del palacio Real de Madrid, dio las gracias y se marchó. Te dejo este artículo en el que puedes contextualizar toda esta parte de la historia de manera didáctica.
Bien, con Amadeo ya de vuelta en su país de origen, España vive su Primera República. Madredelamorhermoso, eso fue para echarse las manos a la cabeza, para llorar o para huir como hizo el rey saliente.
Aquí te lo explico bien para no alargarme demasiado. Que tenemos poco tiempo y bastante con que me dediques el café de los viernes. Así que si quieres saber más, no seré yo quien te ponga freno.
Vuelvo a esa república que daba sus primeros pasos y que estaba destinada al declive más absoluto.
Las Cortes pretendían una reforma política federalista, pero pronto, demasiado quizá, surgieron los insurrectos y uno de los primeros problemas a los que tuvo que hacer frente la incipiente república fue lidiar con los grupos más radicales que abogaban por un cambio radical. Este no era otro que dividir la península en Estados. Ya verían más tarde qué tipo de relación establecían entre ellos.
Y ¿dónde se cocinó y se comió el pastel? En Cartagena. Así somos los cartageneros, buena gente que vive en un lugar apacible del país, pero cuando se nos da mecha ¡qué tiemble Valencia!
Cartagena constituyó el cantón federal e intentó extenderlo a otras ciudades como Murcia, Sevilla, Valencia o Barcelona. Los catalanes cogieron el guante y no hace falta que te cuente más.
Los cartageneros habían declarado su independencia del gobierno central, por tanto, lo primero era enarbolar una bandera. Pero esto había sucedido muy rápido, así sobre la marcha, y no contaban con un plan establecido. Todo país o estado tiene su bandera y se dieron cuenta de que este era uno de los primeros puntos que debían remediar, por lo que unos cuantos sublevados decidieron que sería roja. Problema, del estilo a lo que rondaba sus cabezas era la otomana (roja con una media luna y una estrella en blanco).
¿Por qué digo que fue un problema?
Porque con prisas, izaron la bandera del cantón en el castillo de Galeras. Un comandante se percató y envió un telegrama al ministro de Marina para avisar de que en el castillo había una bandera turca. A un paisano se le encendió la bombilla y la única solución rápida que se le ocurrió no fue otra que hacerse un buen corte para teñir con su sangre las partes blancas de la bandera.
Sin comentarios.
Pese a que llegaron a extenderse, el ejército consiguió restablecer el orden y frenar a los sublevados. Pero los cartageneros, ya que habían organizado tal movida (ya quisiera la madrileña) no se iban a rendir tan pronto y pese a que cayeron las ciudades que habían sublevado como Murcia o Sevilla, ellos resistieron.
Además de una bandera, ¿qué más tiene un país? Pues claro, su moneda. Nació entonces el duro cantonal. Sí, también tuvimos nuestro cash.
El ejército republicano, aunque ya veía cercana la rendición de los cartageneros cantonales, se hartó de tanta parafernalia y bombardeó la ciudad. Nada de cantón, ya había durado demasiado la fiesta.
Los dirigentes cantonales se vieron obligados a pensar rápido una vez más. ¿Qué decidieron? Que la solución estaba en los Estados Unidos e intentaron usar su bandera para frenar los bombardeos. Y aquí tenemos el tema que nos ocupa. Si el ejército creía que se encontraban bajo el amparo americano, se replegaría. Claro que esto no es así de fácil y, en casos como este, hay que pedir permiso antes que perdón.
Roque Barcia, el cabecilla de la rebelión cantonal (para ellos el jefe del gobierno cantonal) envió una carta al presidente americano Grant a través de su embajador en Madrid.
La realidad es que el presidente prometió estudiar el caso cartagenero, pero no se sabe si llegó a contestar. Los bombardeos continuaron y a Cartagena no le quedó más remedio que rendirse cuando quedó reducida a escombros.
Entonces, ¿mito o realidad?
Sencillo, de la realidad se hizo un mito. Porque lo que Cartagena pretendía no era hacerse americana, sino poder izar la bandera de Norteamérica en sus castillos, buques y edificios oficiales como medio disuasorio, de protección.
En conclusión, Cartagena sigue siendo una ciudad española, de las más bonitas, eso sí. Y Grant tuvo la culpa de mi penoso inglés.
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