Moda letal

Moda letal

Esta semana te invito a conocer una moda letal, porque la historia es de todo menos aburrida. ¿No me crees? Acompáñame el tiempo que tardas en tomarte un café y te lo demuestro.

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El paseo por la historia a través de sus curiosidades nos lleva hoy a hablar de una moda letal: el miriñaque.

Miriñaque, crinolina o armador, tres formas de denominar a la tortura que se colocaban las mujeres debajo de las faldas a lo largo del siglo XIX. Un siglo que ha dado mucho de sí y del que te he hablado en otras ocasiones. Por ejemplo, seguro que recuerdas el curioso entretenimiento de domingo en la morgue o en el zoo humano. O también la inundación de cerveza que sufrió Londres. No creo que exista nadie en el mundo que haya imaginado morir ahogado por un tsunami de cerveza.

Pero volviendo al tema que hoy nos ocupa, te explico qué es el miriñaque.

El miriñaque era una estructura de aros de metal que tenía la función de mantener huecas las faldas de las damas en sustitución de las enaguas almidonadas que hasta entonces se empleaban.

Ponerse este accesorio no era algo sencillo. A veces era tan aparatoso que la mujer necesitaba la ayuda de dos doncellas.

La gran impulsora en Europa de este accesorio fue la emperatriz Eugenia de Montijo durante el Segundo Imperio francés. Su buena amiga, la reina Isabel II, también lo empezó a utilizar durante su reinado sustituyendo al tontillo, que era el ahuecador típico de España hasta entonces. Aquí puedes ver retratada por Goya a María Luisa de Parma luciendo vestido con tontillo debajo.

Más allá del sentido estético, el empleo del miriñaque o la crinolina fue una de las modas más peligrosas del siglo XIX hasta el punto de considerarse una moda letal.

No creas que esto de las modas peligrosas era algo exclusivamente decimonónico. Recuerda que durante los siglos de oro ya existía otra moda mucho más agresiva como era comer barro, lo que se conocía como bucarofagia. Práctica que se empleaba para blanquear la piel.

Pero volvamos al siglo XIX y al miriñaque, porque este artilugio causó desde accidentes, al quedar las mujeres atrapadas entre el amasijo de hierros, hasta muertes por incendios.

Te explico para que comprendas lo peligrosa que resultaba esta moda. Se estima que entre 1850 y 1860 murieron quemadas, sólo en Inglaterra, más de tres mil mujeres. Esto sucedía porque eran tan excesivos a veces los miriñaques que, al pasar junto a chimeneas o braseros, los vestidos prendían.

Y es que, en su punto más ancho, el miriñaque podía alcanzar una circunferencia de hasta seis metros. Imagina las dificultades a las que se enfrentaban las señoras en su día a día para realizar acciones tan coloquiales como pasar por una puerta o subir a un carruaje. A finales de la década de 1860, los miriñaques empezaron a reducir su tamaño.

Las crinolinas las llevaban mujeres de todas las clases sociales en todo el mundo occidental, desde la realeza hasta las obreras, por eso el número de mujeres afectadas era tan elevado.

Otro de los inconvenientes de esta moda es que las faldas eran tan amplias que no se podían sentar varias mujeres en el mismo banco. Había veces también que al bajar de los carruajes quedaban atrapadas, lo que provocaba atropellos.

Y esta moda, en ocasiones, resultó más anecdótica que letal. Un ejemplo es la escena en la que se vio envuelta la duquesa de Manchester durante un día de viento en el que, al caminar por la calle, se le levantó la falda. Gracias a lo que toda Inglaterra supo que la señora usaba ropa interior de color rojo.

Este incidente dio lugar a otra, moda: el uso de los pololos. Una especie de pantalones que iban bajo las faldas y por encima de la ropa interior. De modo que el viento no sería el culpable de que una dama mostrara su lencería por error. En 1873, los códigos de vestimenta (sí, existía tal cosa) recomendaban usar pololos y enaguas.

En la época ya se referían en prensa al empleo del miriñaque como una moda letal. Así, en 1858 The New York Times se aseguraba que «un promedio de tres muertes por semanas debido a crinolinas incendiadas debería alarmar a las más inconscientes del sexo privilegiado».

Aconsejaba también «hacer que, por lo menos, fuesen extraordinariamente cuidadosas en sus movimientos y comportamientos, si se fracasa (…) en desalentarlas de adoptar una moda tan llena de riesgos».

Lo que queda claro a lo largo de los siglos es que a cada paso que da la moda, las mujeres nos imponemos dificultades a cuál de ellas más absurdas.

Como última curiosidad te diré que en 1855 Peugeot (sí, la de los coches) abrió una fábrica para producir al año 25.000 miriñaques.

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